Por: Maximiliano Catalisano
Entrar a una escuela nueva puede sentirse como llegar a otro país. Cada institución tiene sus formas de hacer las cosas, su manera de comunicarse, su historia reciente y sus silencios. Hay gestos que no están escritos, normas que nadie explica en voz alta, y también un ritmo propio que se percibe, pero cuesta descifrar. Para no quedar desorientado ni cometer errores innecesarios, una herramienta clave está mucho más cerca de lo que parece: el Proyecto Educativo Institucional (PEI). Aunque a veces duerme en una carpeta, el PEI es mucho más que un documento administrativo. Es una puerta de entrada para entender qué valores se promueven, cómo se organiza la vida escolar y qué mirada sobre la educación guía a ese equipo. Leerlo con atención no solo permite adaptarse mejor, sino también sumar de manera más inteligente.
El PEI condensa lo que una escuela quiere ser. No es un recetario, ni una lista de actividades sueltas. Es una construcción colectiva que expresa las intenciones, acuerdos, prioridades y aspiraciones de una comunidad educativa. Por eso, al llegar a una nueva institución, es recomendable pedirlo, leerlo sin apuro y tomar notas. Allí pueden encontrarse respuestas a preguntas que quizás no conviene hacer directamente en los primeros días. Por ejemplo: ¿cómo se espera que se trabaje en equipo? ¿Cuál es la relación que se busca construir con las familias? ¿Qué papel tienen los estudiantes en la toma de decisiones? ¿Qué tipo de vínculo se promueve entre docentes y preceptores? ¿Qué experiencias escolares se consideran valiosas y cuáles se están dejando atrás?
Además del contenido explícito, el Proyecto Educativo Institucional también revela cómo piensa la escuela. Si está escrito con lenguaje cercano, si incluye voces variadas, si pone el foco en los aprendizajes o en la disciplina, si menciona experiencias pasadas o mira hacia adelante. Todo eso habla de una cultura institucional. Entender esa cultura permite evitar choques, conectar con los proyectos en marcha y, con el tiempo, aportar ideas que sean bien recibidas.
En muchos casos, el PEI incluye apartados sobre evaluación, convivencia, trabajo áulico, innovación pedagógica, planificación, acompañamiento a las trayectorias, y más. Cada uno de esos ejes ofrece pistas concretas sobre qué se espera de los nuevos integrantes del equipo. También puede haber menciones a estrategias de inclusión, a acuerdos institucionales, o a modos de vinculación con el barrio o la comunidad. Esa información es útil tanto para docentes como para administrativos o personal auxiliar, porque todos participan del clima escolar, desde distintos lugares.
Leer el proyecto institucional no es una tarea de una sola vez. Al principio, sirve como guía para ubicarse. Pero también se puede volver a él con el tiempo, para revisar decisiones, validar propuestas o pensar en nuevos caminos. Cuanto más se conoce un PEI, más se puede dialogar con él. Porque no se trata de seguirlo a ciegas, sino de comprenderlo, ponerlo en contexto, y ser parte activa de su desarrollo.
Un aspecto importante es que el PEI también comunica el estilo de conducción. Aunque no se diga directamente, suele quedar claro si la gestión es más participativa o más vertical. Esto ayuda a saber cómo plantear inquietudes, cuándo es mejor esperar, y qué espacios se habilitan para el intercambio. Esa lectura entre líneas es parte del oficio de integrarse bien, sin forzar los tiempos ni pasar desapercibido.
En la práctica, leer el PEI también ayuda a evitar errores frecuentes en los primeros días. Por ejemplo, proponer actividades que ya se intentaron sin éxito, repetir estrategias que la escuela decidió dejar atrás, o desconocer acuerdos institucionales que son centrales para el funcionamiento diario. Por el contrario, quien se toma el trabajo de conocer ese documento puede sumarse con propuestas alineadas, gestos acordes, y una actitud que demuestra respeto por lo que ya está construido.
Integrarse bien a una escuela nueva no significa perder identidad. Significa entrar con los ojos abiertos, con disposición a aprender, y con humildad para adaptarse antes de intentar cambiar. Y el PEI es una herramienta valiosa para lograrlo, porque permite entender sin tener que preguntar todo, y colaborar desde un lugar informado.
Por supuesto, también es importante observar, escuchar, conversar con los compañeros y estar atentos a lo que no está escrito. Pero el proyecto institucional es un excelente punto de partida. Es una brújula en medio del mapa desconocido. Y quienes lo leen no solo se adaptan mejor, sino que también se hacen parte más rápido de esa historia que la escuela construye todos los días.
Entrar a una escuela nueva no debería vivirse como una prueba. Debería ser una oportunidad para sumar, para aprender otros modos, para ofrecer lo propio sin chocar con lo ajeno. Leer el PEI es un acto de cuidado hacia los demás y hacia uno mismo. Es decirle a la escuela: me interesa conocerte antes de actuar. Y esa actitud, tarde o temprano, siempre es bien recibida.