Por: Maximiliano Catalisano

Estudiar no es solo sentarse con un libro abierto. Muchas veces pasamos horas frente al material sin avanzar, nos frustramos o sentimos que olvidamos todo al día siguiente. ¿Por qué pasa esto? Porque no siempre nos enseñaron a estudiar bien. Repetimos métodos que no funcionan o que le sirven a otros, pero no a nosotros. Esta nota reúne los errores más frecuentes al estudiar y cómo podés corregirlos con cambios simples que te van a ayudar a comprender y recordar mucho más.

Uno de los errores más comunes es subrayar sin sentido. Marcar todo en fosforescente no garantiza que estés aprendiendo. El subrayado tiene que ser selectivo. Si subrayás todo, nada destaca. En lugar de eso, intentá leer primero, comprender el texto y luego marcar solo las ideas principales o los datos que te resulten difíciles.

Otro error muy extendido es releer muchas veces pensando que eso basta. La relectura pasiva crea una ilusión de conocimiento. Sentís que ya lo sabés porque te suena familiar, pero cuando te preguntan, no podés explicarlo. En lugar de releer sin pensar, probá explicarte el tema en voz alta o escribirlo con tus propias palabras. Si no podés contarlo, todavía no lo entendiste.

También es un problema común dejar todo para último momento. El “estudio maratónico” puede servir una vez, pero no funciona a largo plazo. Nuestro cerebro necesita repasar la información varias veces y en distintos momentos para recordarla mejor. Dividir el estudio en pequeñas sesiones y repetirlas en el tiempo es una de las estrategias más efectivas que existen. Se llama práctica espaciada y es mucho más poderosa que una sola noche sin dormir.

Estudiar con el celular cerca es otro gran error. Aunque creas que no te distrae, cada notificación rompe tu concentración. El cerebro necesita tiempo para volver al estado de foco después de una interrupción. Lo mejor es poner el teléfono lejos o usar apps que bloquean redes sociales por un rato. Podés usar la técnica pomodoro: estudiar 25 minutos sin distracciones, descansar 5 y repetir.

No tener un objetivo claro también afecta tu estudio. Empezar sin saber qué vas a hacer te hace perder tiempo. Antes de comenzar, definí qué querés lograr en esa sesión: leer un capítulo, resolver 5 ejercicios, repasar un tema. Tener metas pequeñas y concretas te da una sensación de avance que te motiva a seguir.

Otra trampa es estudiar de memoria sin comprender. Memorizar definiciones sin entender de qué hablan es inútil. La información se va tan rápido como llegó. Siempre intentá buscar ejemplos, conectar lo nuevo con cosas que ya sabés o pensar cómo lo podrías aplicar. Entender primero, memorizar después.

Muchas personas también cometen el error de estudiar en la cama o acostados. El cuerpo influye en la mente. Si estás demasiado cómodo, es más fácil desconectarte o quedarte dormido. Buscá un lugar con buena luz, asiento cómodo pero firme y sin distracciones a la vista. El entorno puede marcar la diferencia.

Estudiar sin descansar tampoco sirve. El cerebro necesita pausas para consolidar lo aprendido. Estar horas y horas frente al cuaderno no es señal de productividad. Lo ideal es hacer pausas activas: levantarte, estirarte, moverte. No uses el descanso para mirar redes porque eso también te agota.

Otro error frecuente es no autoevaluarse. Creés que sabés, pero no te ponés a prueba. Hacete preguntas, intentáresolver ejercicios, simulá una prueba. La práctica activa mejora muchísimo el aprendizaje. No esperes al examen para ver si lo entendiste.

También es un error copiar resúmenes ajenos sin elaborar los tuyos. Puede ser útil como complemento, pero no como único método. El resumen personal te obliga a organizar y filtrar la información. Es un proceso mental que refuerza lo que estudiás.

Compararte todo el tiempo con otras personas también daña tu proceso. Cada uno tiene su ritmo, su estilo, sus dificultades. Lo importante es progresar con respecto a vos mismo. En lugar de mirar lo que otros hacen, enfocate en lo que te sirve y ajustá tus métodos si algo no te da resultado.

Y por último, estudiar solo desde un único canal. No todos aprendemos igual. Algunos retienen mejor lo que leen, otros lo que escuchan, otros necesitan verlo en imágenes o practicar con las manos. Probá distintos métodos: esquemas, mapas, videos, podcasts, grabarte, hacer maquetas o experimentos. Cuanto más variás, más conexiones hacés en tu mente.

Todos estos errores son habituales. No es motivo de vergüenza caer en ellos, pero sí conviene detectarlos a tiempo para no perder energía en estrategias que no dan resultado. Estudiar es un proceso que se puede entrenar. Cuanto más consciente seas de cómo funciona tu atención, tu memoria y tu motivación, mejores resultados vas a obtener, sin necesidad de sufrir en el intento.