Por: Maximiliano Catalisano

No todas las entrevistas escolares son iguales. Algunas fluyen, otras se tensan. Algunas dejan puertas abiertas, otras cierran posibilidades. La diferencia muchas veces no está en el problema que se trata, sino en cómo se encara el encuentro. Cuando una entrevista está bien pensada, puede convertirse en una gran oportunidad para construir un vínculo más fuerte entre la escuela y las familias, entender los puntos de vista en juego y acordar pasos que beneficien a los estudiantes. Y no hace falta un guion perfecto: hace falta escucha, claridad y un marco que favorezca la conversación.

El primer paso es tener claro el objetivo del encuentro. No se trata solo de citar “porque pasó algo”, sino de pensar qué queremos lograr: ¿informar?, ¿escuchar?, ¿acordar?, ¿resolver? Cuanto más claro sea ese propósito, más fácil será conducir la entrevista con calma y enfoque.

La escucha es fundamental. Muchas veces, del otro lado hay expectativas, frustraciones o temores que necesitan ser puestos en palabras. Si logramos crear un clima donde la otra persona se sienta mirada y escuchada, es más probable que el diálogo fluya. Esto no significa aceptar todo ni evitar temas incómodos, sino encontrar el tono adecuado para decir lo que es necesario sin confrontar.

También es importante preparar datos concretos. Evitar generalizaciones como “siempre llega tarde” o “no se esfuerza” y reemplazarlas por ejemplos precisos ayuda a que la conversación sea más clara y constructiva. De este modo, la entrevista no se convierte en un listado de quejas sino en una mirada compartida sobre lo que está pasando.

El cierre de la entrevista tiene tanto valor como el inicio. Acordar los próximos pasos, dejar por escrito lo que se conversó y fijar un nuevo encuentro si hace falta da continuidad al diálogo y genera mayor compromiso. Esto vale tanto para entrevistas con familias como para encuentros con estudiantes.

Las entrevistas escolares no deberían vivirse como un momento tenso que hay que sortear, sino como una herramienta para acompañar mejor. Cada encuentro puede ser una oportunidad para fortalecer el vínculo, revisar lo que se está haciendo y construir decisiones compartidas. Con disposición al diálogo, incluso los temas más difíciles pueden tratarse de manera respetuosa y clara.