Por: Maximiliano Catalisano

El año escolar avanza con calendarios llenos, reuniones, planificación, clases y actividades que llenan cada jornada de los docentes, muchas veces sin pausas ni tiempo de recuperación. Hablar del descanso como un derecho docente no es un capricho, sino una necesidad que impacta en la salud, en la calidad del trabajo y en la vida personal de quienes acompañan a sus estudiantes cada día. Reflexionar sobre este tema abre la puerta a repensar nuestras prácticas y a recordar que el cuidado propio también es parte del compromiso con la educación.

El descanso no es un premio por haber trabajado, es una parte esencial de la tarea docente porque permite recargar energías, renovar ideas y sostener la motivación en un trabajo que exige cuerpo, mente y emociones cada día. Muchas veces se instala la idea de que “ser docente” implica estar disponible en todo momento, responder mensajes fuera de horario y dedicar el tiempo libre a planificar o corregir. Esta dinámica genera cansancio, afecta el estado de ánimo y quita espacio a otras dimensiones de la vida que también necesitan ser habitadas.

Respetar el derecho al descanso implica aprender a poner límites saludables. Esto incluye establecer horarios de trabajo y de pausa, evitar el uso constante de dispositivos en horarios de descanso, y permitir momentos de desconexión para realizar actividades personales o compartir tiempo con la familia. Los docentes que descansan pueden sostener con mayor claridad sus responsabilidades, afrontar los desafíos de la tarea cotidiana y ofrecer una mirada renovada a los procesos de enseñanza.

El descanso es también una forma de cuidado colectivo. Cuando un docente se cuida, cuida también el clima de su aula, la forma en que se vincula con sus estudiantes y compañeros, y la manera en que toma decisiones pedagógicas. El agotamiento permanente puede generar irritabilidad, desmotivación y dificultades para mantener la escucha activa que la tarea requiere. Descansar no es abandonar el compromiso con la educación, sino fortalecerlo desde el bienestar personal.

La pausa no siempre implica viajar o realizar grandes actividades, muchas veces el descanso se encuentra en acciones simples como leer por placer, caminar, disfrutar de un momento en silencio, realizar alguna actividad artística o compartir una comida sin mirar el reloj. Estos momentos son importantes para recuperar energía emocional y física, especialmente en un trabajo que requiere presencia constante.

Reconocer el derecho al descanso docente es también un acto de respeto institucional. Las escuelas pueden acompañar este cuidado promoviendo reuniones breves y claras, evitando sobrecargar agendas y respetando los horarios establecidos para el trabajo. Las familias y la comunidad también forman parte de esta construcción, entendiendo que los docentes necesitan pausas para poder sostener su tarea con entusiasmo y dedicación.

Hablar de descanso en el ámbito docente es abrir una conversación sobre el bienestar de quienes enseñan. Es necesario validar la importancia de los fines de semana, de las vacaciones, de los momentos sin tareas pendientes. El descanso permite recuperar la creatividad para planificar, la paciencia para escuchar y la calma para acompañar procesos de aprendizaje que no siempre son lineales.

El descanso docente también está relacionado con la salud. El cansancio sostenido puede generar problemas físicos, emocionales y mentales que afectan a quienes enseñan y a su entorno. Priorizar el descanso es una forma de prevención y de cuidado de largo plazo, que impacta directamente en la calidad de vida de cada docente.

Es importante que los docentes se permitan el descanso sin culpas. A veces se instala la idea de que siempre hay algo por corregir o planificar, y que descansar es “perder tiempo”. Sin embargo, el descanso es lo que permite continuar con energía y presencia real en cada clase, cuidando la propia salud y la de quienes aprenden.

El descanso como derecho docente es un tema que invita a reflexionar sobre cómo se construyen las jornadas, sobre cómo se organiza el trabajo dentro y fuera de la escuela, y sobre la importancia de poner en el centro el cuidado de quienes educan. Es una invitación a revisar prácticas, creencias y hábitos que muchas veces se naturalizan, recordando que para enseñar con alegría también es necesario descansar con tranquilidad.