Por: Maximiliano Catalisano

Leer no es solo decodificar palabras. Comprender un texto implica interpretar, relacionar ideas y extraer conclusiones. Sin embargo, mejorar la comprensión lectora es un desafío que atraviesa todos los niveles educativos. Desde la infancia hasta la adolescencia, los estudiantes enfrentan distintos obstáculos que pueden afectar su capacidad para comprender lo que aprende, lo que influye en su desempeño académico y en su relación con el aprendizaje.

Para fortalecer esta habilidad, es clave desarrollar estrategias adaptadas a cada etapa escolar. En los primeros años, la lectura en voz alta y la conversación sobre los textos ayudan a los niños a identificar personajes, secuencias y significados. A medida que avanzan, es fundamental enseñarles a formular preguntas, hacer inferencias y conectar la lectura con sus conocimientos previos.

En la educación secundaria, el desafío aumenta con textos más complejos que exigen análisis crítico. Aquí, la enseñanza de técnicas como el subrayado, los resúmenes y los organizadores gráficos permite a los estudiantes estructurar la información y comprenderla en profundidad. Además, es fundamental fomentar la lectura por placer, ya que el interés por los libros fortalece la comprensión de manera natural.

El papel del docente es clave en este proceso. Hacer preguntas abiertas, proponer debates y relacionar los textos con situaciones cotidianas permite que los estudiantes se involucren y comprendan mejor lo que leen. También es importante brindar espacios para que compartan sus interpretaciones y argumenten sus ideas.

La comprensión lectora no es una habilidad estática, sino un proceso que se puede fortalecer con estrategias adecuadas. Cuanto más se trabaja en ella, mayor será la capacidad de los estudiantes para analizar información, expresar sus ideas y enfrentarse a nuevos desafíos académicos y personales.