Por: Maximiliano Catalisano
En un mundo donde las notificaciones llegan en segundos al celular y los grupos de mensajería parecen haber reemplazado todo, hay un elemento escolar que se resiste a quedar en el olvido: el cuaderno de comunicaciones. Para algunos, sigue siendo un símbolo del vínculo entre la escuela y la familia; para otros, una herramienta anticuada frente a la inmediatez de la tecnología. Sin embargo, su rol hoy no es una simple cuestión de nostalgia: es un espacio de registro, un medio formal de comunicación y, muchas veces, el único canal que llega de forma segura a todos los hogares.
La convivencia entre lo digital y lo escrito a mano genera un nuevo escenario. Mientras la escuela avanza con plataformas online, notificaciones en aplicaciones y correos electrónicos, el cuaderno de comunicaciones conserva un lugar estratégico. No solo transmite avisos y fechas importantes: también es un soporte que deja constancia física de acuerdos, autorizaciones y recordatorios que no dependen de la conexión a internet ni del uso de un dispositivo específico.
En muchos casos, las familias no consultan con la misma regularidad el correo electrónico escolar o la aplicación oficial, pero revisan diariamente el cuaderno que el hijo trae en la mochila. Este simple hábito se convierte en un puente cotidiano que garantiza que la información no se pierda entre tantos mensajes digitales.
Un registro que trasciende la simple notificación
El cuaderno no es solamente una vía para informar sobre actos escolares, reuniones o tareas. Su valor está en que actúa como un registro firmado, que deja evidencia de que la información fue recibida y revisada por la familia. A diferencia de un mensaje en un grupo de chat que se puede perder entre decenas de notificaciones, aquí hay un control más personal y concreto.
Además, cumple un rol formativo: enseña al estudiante a ser responsable de llevarlo, cuidarlo y presentarlo cuando corresponde. Es una pequeña pero constante práctica de organización y compromiso con la vida escolar. El hecho de que el alumno sea el intermediario directo también refuerza su papel en la comunicación entre docentes y familias.
Cuando la tecnología no llega a todos por igual
Aunque parezca que todo el mundo tiene acceso a dispositivos y conexión, la realidad en muchas comunidades es distinta. No todas las familias cuentan con un teléfono inteligente propio, datos móviles suficientes o un correo que revisen diariamente. En estos casos, el cuaderno de comunicaciones garantiza que la información sea accesible, sin depender de una infraestructura tecnológica.
Incluso en contextos donde la tecnología está presente, la saturación de mensajes digitales puede diluir la importancia de un aviso escolar. El cuaderno, en cambio, otorga un espacio exclusivo para ese tipo de información, sin competir con mensajes personales, publicidad o notificaciones de redes sociales.
Convivencia entre lo escrito y lo digital
El desafío actual no está en reemplazar el cuaderno, sino en integrarlo a una estrategia de comunicación escolar más amplia. Algunas instituciones ya adoptan un modelo híbrido: la información más urgente se envía por medios digitales, pero se refuerza con la anotación en el cuaderno. Así, las familias reciben el aviso de manera inmediata y, a la vez, disponen de un respaldo físico que pueden consultar sin conexión.
Este sistema también sirve para evitar malentendidos. Un mensaje digital puede ser leído por un solo miembro de la familia y no compartido con el resto; el cuaderno, en cambio, se convierte en un objeto visible en el hogar, que cualquier adulto puede revisar.
Más allá de la comunicación
El cuaderno también funciona como un testigo silencioso de la vida escolar. A lo largo del ciclo lectivo, acumula historias: desde la primera autorización para una salida educativa, hasta un llamado de atención o un reconocimiento por una tarea bien hecha. Para los estudiantes más pequeños, es parte de su identidad escolar, un objeto que los acompaña todos los días y que, al final del año, guarda un registro tangible de su paso por la escuela.
Incluso en tiempos de digitalización, hay un valor emocional en el trazo manuscrito de una maestra, en las firmas de los padres, en las anotaciones hechas con apuro antes de que suene el timbre. Estos pequeños detalles construyen un clima de cercanía que las pantallas, por muy prácticas que sean, no siempre logran transmitir.
El futuro del cuaderno de comunicaciones
Aunque en el futuro muchos procesos escolares serán completamente digitales, es probable que el cuaderno continúe existiendo, al menos en un formato adaptado. Podría transformarse en una carpeta más formal, en un cuaderno reducido a avisos importantes o incluso en una libreta personalizada por cada institución.
Su permanencia dependerá de que las escuelas y las familias lo sigan valorando no solo como un medio de comunicación, sino como un símbolo del vínculo humano que la educación requiere. En un mundo donde la información viaja a la velocidad de un clic, a veces lo más seguro y claro sigue siendo aquello que llega escrito a mano, guardado en una mochila y revisado en la mesa de la cocina.