Por: Maximiliano Catalisano

En una escuela puede pasar de todo: desacuerdos entre estudiantes, roces entre docentes, malentendidos con las familias. A veces los conflictos son visibles, otras están más escondidos, pero casi siempre tienen algo en común: necesitan ser escuchados. Y ahí es donde aparece la mediación escolar, una herramienta que no busca imponer, sino acompañar procesos, construir puentes y abrir espacios donde las diferencias puedan expresarse sin miedo ni violencia.

La mediación escolar es mucho más que una técnica. Es una forma de entender el vínculo con los otros. Parte de la idea de que los conflictos no deben evitarse ni negarse, sino abordarse con escucha activa, respeto y diálogo. En este proceso, hay una o varias personas que actúan como mediadoras, con el objetivo de facilitar la conversación entre las partes, ayudarlas a comprender lo que sienten, lo que necesitan, y buscar salidas posibles.

Cuando se implementa en la escuela, la mediación transforma el clima institucional. Estudiantes que antes recurrían al grito o al empujón, ahora aprenden a hablar de lo que les pasa. Docentes que se sentían solos para enfrentar determinadas situaciones, ahora cuentan con herramientas colectivas. Familias que antes solo llegaban a reclamar, ahora también participan en acuerdos que benefician a todos. No se trata de evitar el conflicto, sino de darle un lugar distinto.

Además, este tipo de propuestas enseñan algo que va más allá de la resolución puntual de un problema. Enseñan a convivir. A poner en palabras lo que molesta, a esperar el turno para hablar, a no interrumpir al otro. Son aprendizajes que, aunque no estén en los manuales, son fundamentales para la vida. Y cuando una escuela apuesta por la mediación, está diciendo que le importa lo que sienten quienes habitan sus aulas, que el cuidado de los vínculos es una prioridad.

El éxito de una experiencia de mediación no está en que “nadie discuta nunca más”, sino en que, cuando algo incomoda, exista un lugar donde se pueda hablar. Donde las diferencias no se escondan, sino que se puedan trabajar. Porque una escuela que promueve la mediación no es una escuela sin conflictos: es una escuela que se anima a transitarlos con otra mirada.

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