Por: Maximiliano Catalisano
Cada decisión dentro de una institución educativa tiene un impacto directo en la enseñanza y en el aprendizaje. Contar con información precisa y bien analizada permite orientar mejores las estrategias y generar mejoras sostenibles. En este proceso, tanto los datos cuantitativos como cualitativos juegan un papel fundamental, ya que ofrecen una visión amplia y profunda de las realidades escolares.
Los registros numéricos, como calificaciones, asistencia o resultados de evaluaciones, brindan indicadores objetivos sobre distintos aspectos del rendimiento académico. Sin embargo, por sí solos pueden no ser suficientes para comprender las dinámicas del aula. Aquí es donde los datos cualitativos, como observaciones, entrevistas y relatos de experiencias, permiten interpretar contextos, emociones y factores que influyen en los procesos educativos.
El análisis conjunto de ambas fuentes de información fortalece la toma de decisiones pedagógico-didácticas. Permite diseñar estrategias más ajustadas a las necesidades de los estudiantes y del equipo docente, favoreciendo intervenciones que atiendan a las particularidades de cada grupo. Además, promueve la construcción de un saber institucional basado en la realidad concreta de cada escuela.
La producción de conocimiento dentro de una institución no solo se limita a recopilar datos, sino a interpretarlos de manera reflexiva y situada. Este enfoque contribuye a la planificación de acciones que responden a los desafíos del contexto escolar, evitando aplicar soluciones generalizadas que pueden no ser efectivas en determinadas realidades.
Trabajar con información de manera sistemática y colaborativa fortalece la identidad institucional y permite consolidar prácticas que enriquecen el quehacer educativo. Cuando los equipos docentes y directivos se apropian de este proceso, la escuela se convierte en un espacio de aprendizaje continuo donde las decisiones se sustentan en evidencia y en la comprensión profunda de su comunidad.