Por: Maximiliano Catalisano

En un mundo donde el rendimiento académico suele ser el centro de atención, hay países que han comprendido que el verdadero éxito educativo va más allá de las calificaciones. Singapur y Corea del Sur, reconocidos por sus altos estándares de aprendizaje, han emprendido un camino diferente: enseñar a los estudiantes a ser emocionalmente fuertes, a manejar la frustración y a perseverar frente a los desafíos. Ambos sistemas educativos, aunque distintos en su cultura y enfoque, comparten una visión común: la resiliencia emocional no es un lujo, sino una competencia esencial para la vida.

En las aulas de estos países no solo se estudian fórmulas matemáticas o conceptos científicos, también se cultiva la fortaleza interior. Los docentes, las familias y las políticas públicas trabajan de manera coordinada para preparar a los alumnos ante los cambios y las presiones del mundo moderno. A través de programas específicos, metodologías de enseñanza y espacios de contención, Singapur y Corea del Sur han logrado incorporar la educación emocional como parte estructural del aprendizaje, no como un complemento opcional.

El caso de Singapur: el bienestar como base del aprendizaje

En Singapur, el Ministerio de Educación lleva más de una década impulsando programas de bienestar mental y emocional dentro de las escuelas. Uno de los más destacados es el Character and Citizenship Education (CCE), que busca formar estudiantes conscientes de sí mismos, capaces de reflexionar sobre sus emociones y de actuar con empatía. Este enfoque no se limita a una hora semanal, sino que atraviesa toda la vida escolar: desde las actividades en el aula hasta los proyectos comunitarios.

Los docentes reciben formación específica en salud mental, manejo del estrés y comunicación positiva. En muchas escuelas existen consejeros escolares que acompañan a los estudiantes en momentos de dificultad emocional o personal. Además, las evaluaciones académicas están siendo progresivamente revisadas para reducir la presión y fomentar una visión más integral del éxito. En Singapur se ha comprendido que un alumno que aprende a cuidar su bienestar emocional tiene más posibilidades de aprender, innovar y convivir con otros.

Otra iniciativa destacada es el Mindfulness in Schools Programme, que incorpora técnicas de respiración, relajación y atención plena dentro de las clases. No se trata de eliminar el estrés, sino de enseñar a los niños a reconocerlo, aceptarlo y transformarlo en motivación. Los resultados son visibles: las tasas de ansiedad escolar han disminuido y los estudiantes reportan sentirse más seguros y con mayor control sobre sus emociones.

Corea del Sur: transformar la cultura del esfuerzo en una cultura del bienestar

Corea del Sur ha sido durante años sinónimo de disciplina y rendimiento académico, pero también ha enfrentado problemas derivados de la presión escolar. Consciente de ello, el gobierno surcoreano ha comenzado un proceso de cambio orientado a fortalecer la salud mental y emocional de sus estudiantes. Una de las medidas más significativas ha sido la creación de los Wee Centers, espacios presentes en miles de escuelas donde los alumnos pueden recibir apoyo psicológico, orientación vocacional y acompañamiento emocional.

El modelo “Wee” (que proviene del inglés “We” y del coreano “wi” que significa proteger) busca justamente eso: cuidar a los estudiantes como una comunidad. Allí trabajan psicólogos, orientadores y trabajadores sociales en conjunto con los docentes. Las escuelas han pasado de ser lugares de exigencia a ser también lugares de contención. Los alumnos aprenden a hablar de sus emociones, a identificar el estrés y a pedir ayuda cuando la necesitan.

Además, Corea del Sur ha incorporado el concepto de “educación del carácter” en todos los niveles escolares. Este enfoque promueve la perseverancia, la empatía y la colaboración, elementos que fortalecen la resiliencia emocional. La enseñanza ya no se centra únicamente en la memorización o el examen final, sino en cómo los estudiantes enfrentan los desafíos, cómo se relacionan con los demás y cómo se recuperan después de una frustración.

Lecciones para el mundo: educar para resistir y adaptarse

Lo que une a Singapur y Corea del Sur es su capacidad para reconocer que el futuro no dependerá solo del conocimiento técnico, sino de la fortaleza emocional de las personas. Ambos sistemas han comprendido que los niños y adolescentes del siglo XXI necesitan herramientas para gestionar la incertidumbre, adaptarse al cambio y mantener la esperanza ante los desafíos globales.

Las experiencias de estos países demuestran que la resiliencia se puede enseñar. Se aprende en el aula, en el trabajo en grupo, en los errores y en las conversaciones sinceras sobre lo que cada uno siente. La educación emocional no se opone a la excelencia académica: la potencia. Un estudiante emocionalmente fuerte no teme equivocarse, aprende a levantarse y a continuar. Esa es la base de una sociedad capaz de avanzar.

Los sistemas educativos que aspiran a formar ciudadanos plenos pueden inspirarse en los caminos que están recorriendo Singapur y Corea del Sur. No se trata de copiar modelos, sino de entender el mensaje: enseñar a sentir, comprender y actuar con equilibrio es tan importante como enseñar a leer o a calcular. La resiliencia no nace sola; se cultiva con empatía, acompañamiento y confianza.

El desafío global es construir escuelas donde las emociones sean parte natural del aprendizaje. Si el futuro pertenece a los que saben adaptarse, entonces los países que apuestan por la resiliencia emocional están enseñando, desde hoy, cómo vivir mejor mañana.