Por: Maximiliano Catalisano

Hay reuniones que se sienten como un trámite, y otras que dejan a todos con ganas de hacer más y mejor. ¿Cuál es la diferencia? La manera en que se piensa, se comunica y se comparte. En el mundo escolar, donde el trabajo en equipo es cotidiano, lograr que una reunión motive en serio puede marcar la diferencia entre un grupo que arrastra sus tareas y otro que se potencia. Por eso vale la pena detenerse y revisar algunas claves simples para que cada encuentro sume, conecte y deje huella.

Una buena reunión no empieza cuando se sientan todos. Comienza mucho antes, con una convocatoria clara, un horario respetado y un motivo que se sienta real. No se trata solo de informar, sino de construir juntos. Si el equipo sabe para qué se reúne, qué se espera del encuentro y cómo va a participar, ya hay una base distinta desde el primer minuto.

El tono del encuentro también es importante. Crear un ambiente cálido, donde se escuche de verdad, favorece el intercambio. No hace falta grandes discursos, sino preguntas sinceras, espacios para que todos puedan hablar y una escucha que no interrumpa ni corrija todo el tiempo. Una pizarra, una dinámica breve, incluso un café compartido, pueden cambiar el ánimo general.

Otro aspecto que suele pasarse por alto es la duración. Reuniones extensas, sin foco o que se repiten sin sentido, generan cansancio y desconexión. Mejor optar por encuentros breves, bien organizados, con una agenda acotada. A veces con media hora alcanza para alinear ideas, repartir tareas y volver a las aulas con una energía renovada.

Al cerrar, siempre suma una breve devolución. Qué se acordó, qué sigue, quién se encarga de qué. No se trata de control, sino de continuidad. Si cada reunión tiene un hilo con la anterior, se nota el avance. Además, agradecer el tiempo compartido y reconocer los aportes también ayuda a construir un clima de respeto y compromiso.

Las reuniones pueden ser una pérdida de tiempo o una fuente de motivación genuina. Todo depende de cómo las pensamos y qué espacio damos a las voces que las habitan. Cambiar el enfoque puede transformar por completo la dinámica del equipo y fortalecer el sentido de comunidad.