Por: Maximiliano Catalisano

Una maqueta puede convertirse en mucho más que un simple trabajo práctico. Bien pensada y armada con creatividad, es una herramienta que permite aprender haciendo, desarrollar habilidades manuales, ejercitar la imaginación y organizar ideas con claridad. En todos los niveles escolares, desde el primario hasta el secundario, las maquetas suelen ser proyectos que despiertan entusiasmo, pero también dudas: ¿cómo empiezo?, ¿qué materiales uso?, ¿qué hago para que quede prolija?, ¿cómo logro que se destaque? Con un poco de planificación y algunos consejos prácticos, cualquier estudiante puede construir una maqueta que no solo cumpla con lo esperado, sino que sea un verdadero trabajo de calidad.

El primer paso es tener en claro el objetivo de la maqueta. ¿Representa una escena histórica?, ¿una ciudad ideal?, ¿una célula?, ¿un ecosistema?, ¿un espacio arquitectónico?, ¿una propuesta artística? Cuanto más claro esté el tema, más fácil será organizar la estructura general. Es fundamental hacer un boceto previo: un dibujo simple en el que se pueda visualizar la distribución de los elementos, los tamaños, los colores y los detalles más importantes. Esto ahorra tiempo, evita errores y ayuda a pensar antes de empezar a cortar y pegar.

El segundo paso es seleccionar los materiales adecuados. Lo ideal es usar elementos fáciles de conseguir, económicos y que se puedan manipular sin herramientas complejas. El cartón es un material base excelente: resistente, liviano y fácil de cortar. Puede ser cartón gris, cartón corrugado, cartulina o cajas recicladas. También se puede usar Telgopor (poliestireno expandido), goma Eva, papel glasé, papel de diario para rellenar estructuras o dar volumen, y palillos de madera.

El pegamento escolar es suficiente en la mayoría de los casos, aunque si se usan materiales más pesados puede ser útil una pistola encoladora. Para pintar, se recomienda témpera o acrílicos, y pinceles de distintos tamaños. En algunos casos, los marcadores indelebles pueden servir para los detalles. Para quienes deseen un acabado más profesional, se puede recurrir a materiales reciclados o naturales: tapas de botellas, ramitas, piedritas, algodón para representar nubes, césped artificial o arena real para los suelos. Lo importante es que cada elemento tenga sentido dentro del conjunto.

Una buena maqueta no se destaca solo por sus materiales, sino por su claridad visual. Es decir: que lo que se quiso representar se entienda sin explicaciones. Por eso conviene evitar la sobrecarga de elementos, mantener una escala coherente entre los objetos (por ejemplo, que una casa no sea más grande que una montaña), y cuidar la limpieza y la presentación. Si se pegan cosas torcidas o se mancha de pintura, conviene tomarse un momento para corregirlo. A veces, lo que más valora el docente es justamente el cuidado del detalle y el esfuerzo por presentar algo ordenado y pensado.

La maqueta también puede incorporar carteles explicativos, etiquetas o leyendas. Si, por ejemplo, se arma una maqueta de un volcán, es útil señalar qué parte representa el cráter, qué es la lava, cómo es el interior de la tierra. Si se trata de un ecosistema, puede agregarse el nombre de cada especie representada. Estas etiquetas no solo informan, sino que demuestran comprensión del contenido y ayudan a que la maqueta tenga valor comunicativo.

Es fundamental respetar los plazos de entrega. Armar una maqueta a último momento suele llevar a apuros, frustraciones y resultados poco cuidados. En cambio, si se organiza el trabajo en partes —un día el diseño, otro día el armado de la base, luego la decoración—, el proceso se vuelve más simple y disfrutable. Además, si se hace con anticipación, hay margen para corregir errores o mejorar detalles.

Otra sugerencia clave es pedir ayuda solo cuando sea necesario. Está bien que la familia acompañe, pero lo importante es que el proyecto refleje el trabajo del estudiante. El docente valora la autenticidad, la creatividad y el esfuerzo propio. Incluso si la maqueta no es perfecta desde el punto de vista técnico, puede destacarse si muestra compromiso, originalidad y comprensión del tema.

Para quienes disfrutan de la tecnología, también se puede sumar una dimensión digital. Por ejemplo, grabar un pequeño video explicando el trabajo, crear un código QR que lleve a una presentación en línea, o incluir sonidos con un pequeño parlante si se quiere ambientar una escena. Esto no es obligatorio, pero puede ser un plus interesante para trabajos más complejos o ferias escolares.

Finalmente, no hay una sola forma de hacer una maqueta perfecta. Cada tema, cada nivel escolar y cada consigna requiere un enfoque diferente. Pero si se trabaja con organización, se eligen buenos materiales, se cuida la presentación y se comprende lo que se quiere mostrar, el resultado va a sorprender a quien lo vea. Lo más importante no es que quede “como de revista”, sino que se note que hay una idea clara, que fue construida con paciencia y entusiasmo.