Por: Maximiliano Catalisano

¿Cuántas veces una simple actividad se vuelve compleja por falta de claridad en las indicaciones? En el entorno escolar, la circulación de información clara es clave para que cada integrante sepa qué hacer, cuándo y cómo. Diseñar instructivos comprensibles no es un detalle menor: puede marcar la diferencia entre una jornada organizada y una llena de dudas. La buena noticia es que con algunas prácticas sencillas podés mejorar notablemente la forma en que redactás indicaciones para alumnos, docentes y familias.

Lo primero es tener en cuenta a quién va dirigido el instructivo. No es lo mismo escribir para estudiantes de nivel inicial que para familias o colegas. El tono, el vocabulario y el formato deben adaptarse al destinatario para que el mensaje sea realmente accesible. Una guía para padres puede requerir más contexto, mientras que una para docentes puede prescindir de explicaciones básicas.

Otro punto importante es la estructura. Un instructivo claro tiene una secuencia lógica: una breve introducción, el paso a paso y una referencia sobre qué hacer ante dudas. Empezar con una frase que explique para qué sirve ese documento ayuda a contextualizar. Luego, el desarrollo debe estar organizado en acciones concretas, escritas en forma directa, sin rodeos ni tecnicismos.

El uso de verbos en infinitivo (completar, entregar, subir, firmar) es muy útil para marcar acciones. También conviene evitar párrafos largos. Si bien no hay que abusar de punteos, es recomendable usar una presentación ordenada, con numeración o guiones cuando haya pasos que deben seguirse en orden.

En documentos impresos o digitales, no hay que olvidar la estética. El tipo de letra debe ser legible, el tamaño adecuado, y conviene usar negritas para resaltar las ideas principales. Un instructivo visualmente limpio es más fácil de comprender. Si el instructivo se comparte por WhatsApp o redes, también podés incluir íconos, emojis o colores para guiar la lectura, siempre que no distraigan.

Finalmente, antes de compartirlo, es útil probarlo. Podés pedirle a un colega o a un familiar que lo lea sin explicaciones. Si lo entiende sin preguntas, entonces funciona. Un instructivo no se mide por lo que decimos, sino por lo que el otro puede hacer gracias a él. Y en las escuelas, eso es un valor indispensable.