Por: Maximiliano Catalisano

Hay quienes rinden más por la mañana y otros que recién se activan después del mediodía. Algunos necesitan estudiar en bloques largos y otros prefieren sesiones cortas y frecuentes. Reconocer cómo y cuándo aprendemos mejor puede transformar nuestra rutina de estudio en algo más productivo y menos frustrante. Un horario de estudio personalizado no es solo una grilla con horas marcadas, es una herramienta que se adapta a tu vida, tus necesidades y tus propios tiempos. En esta nota vas a encontrar ideas prácticas para diseñar un plan de estudio que funcione para vos, sin fórmulas rígidas ni modelos únicos.

El primer paso es conocerte. ¿Sos de los que se concentran mejor a la mañana o por la noche? ¿Te cuesta arrancar o necesitás pausas frecuentes? ¿Cuántas materias estás preparando y cuáles requieren más esfuerzo? Tomarte un momento para responder estas preguntas ya es una forma de empezar a organizar tu estudio de forma más inteligente. No se trata de copiar lo que hacen otros, sino de construir un esquema que respete tu manera de aprender.

Una vez que tenés claro cómo funcionás, lo ideal es dividir el tiempo en bloques. El método Pomodoro, por ejemplo, propone trabajar en intervalos de 25 minutos con 5 minutos de descanso. Después de cuatro bloques, se hace una pausa más larga. Este sistema sirve para quienes se dispersan fácil o se cansan rápido. Otros prefieren estudiar en bloques de una hora completa, con descansos de 10 o 15 minutos. La clave está en probar distintas duraciones hasta encontrar la que mejor se adapta a vos.

El horario no debe estar recargado. Es mejor incluir solo 3 o 4 bloques diarios bien organizados que planear jornadas de 10 horas imposibles de sostener. Es fundamental dejar espacios de descanso, actividades recreativas, comidas y sueño. Un buen plan de estudio no se enfoca solo en estudiar, sino en equilibrar todas las partes de tu vida. El cuerpo y la mente necesitan pausas para funcionar bien.

A la hora de armar tu calendario, usá herramientas que te resulten cómodas. Puede ser una agenda en papel, una hoja de cálculo, una app de planificación o un simple cuaderno. Lo importante es que sea visual, clara y accesible. Es recomendable usar colores distintos para cada materia o tipo de actividad, y reservar siempre algún bloque “colchón” para imprevistos o repaso.

Otro punto clave es organizar el estudio en función de tus ritmos mentales. Si tenés más energía a la mañana, colocá los temas más difíciles en ese horario. Si tu atención baja después del almuerzo, elegí en ese momento tareas más mecánicas, como pasar apuntes o repasar con tarjetas. Reservá los momentos de mejor concentración para leer, resolver problemas o redactar trabajos complejos.

También es importante establecer metas claras por cada bloque de estudio. No es lo mismo decir “voy a estudiar historia” que decir “voy a leer dos páginas del capítulo sobre la Revolución Francesa y resumirlas”. Las metas específicas te ayudan a mantenerte enfocado y a evaluar tus avances. Anotar lo que lográs al final de cada jornada también te permite ver el progreso y ajustar el horario si hace falta.

El horario tiene que ser flexible. Puede que una semana tengas más tiempo libre y otra menos. Puede que surjan imprevistos, que estés más cansado o que una materia te demande más de lo esperado. No te frustres si no cumplís todo al pie de la letra. Lo importante es tener una guía, no una cárcel. Revisar tu planificación cada domingo, por ejemplo, te permite ajustar lo que viene sin perder el rumbo.

Otro consejo útil es combinar el estudio individual con otras estrategias. Estudiar en grupo una vez por semana, mirar clases en video, usar podcasts educativos o hacer ejercicios online puede ayudarte a sostener la motivación. Incluir estas actividades en tu horario hace que el estudio sea menos monótono y más variado.

La constancia no significa rigidez. A veces lo mejor que podés hacer es parar, salir a caminar o descansar un rato. Escucharte es parte del proceso de aprender. Cuando te Tomás en serio tus propios ritmos, estudiar deja de ser una obligación pesada y se convierte en una experiencia más llevadera y, muchas veces, más efectiva.

Al final, el mejor horario de estudio es el que podés sostener. Uno que se adapta a vos, que respeta tus momentos buenos y tus tiempos bajos, que incluye pausas y que te permite llegar con calma a los exámenes. Diseñar ese horario lleva tiempo y ensayo, pero una vez que lo encontrás, todo se vuelve más claro.