Por: Maximiliano Catalisano

En muchas escuelas se habla de la importancia de mejorar los procesos, pero pocas veces se explica de manera sencilla cómo construir indicadores de gestión educativa que sirvan para tomar decisiones reales y no queden guardados en una carpeta. Los indicadores de gestión permiten medir y observar lo que sucede en la institución, identificar avances, dificultades y oportunidades de mejora, transformándose en una herramienta concreta para acompañar las trayectorias de estudiantes y fortalecer el trabajo del equipo de conducción.

Para construir indicadores de gestión educativa primero es necesario definir qué queremos observar. No tiene sentido medir por medir. Es recomendable partir de los objetivos institucionales, las prioridades pedagógicas definidas en el proyecto educativo institucional y las líneas de acción de la supervisión escolar. Por ejemplo, si la escuela prioriza la mejora de la asistencia, un posible indicador será el porcentaje de presentismo mensual de cada ciclo. Si el objetivo es fortalecer la articulación entre niveles, se puede construir un indicador sobre la cantidad de reuniones de articulación realizadas y su impacto en las trayectorias de los estudiantes.

Los indicadores deben ser claros y fáciles de relevar. Es importante que no generen más carga administrativa innecesaria al personal directivo o al secretario escolar. Se puede utilizar la información que ya se encuentra en los registros de la escuela: planillas de asistencia, actas de reuniones, registros de calificaciones, informes del equipo de orientación y observaciones de clases. De esta forma, se aprovecha la información disponible para analizarla de manera organizada y tomar decisiones con fundamentos.

Un buen indicador se construye de manera consensuada en el equipo de gestión y, de ser posible, con la supervisión escolar. De esta forma, se garantiza que sea relevante para la institución y que se sostenga en el tiempo. Para ello, se pueden realizar reuniones de trabajo donde se prioricen dos o tres aspectos a observar y se definan con claridad las variables a medir. Por ejemplo: el porcentaje de asistencia mensual, el porcentaje de estudiantes con calificaciones satisfactorias en áreas prioritarias o la cantidad de acciones de acompañamiento a estudiantes con trayectorias discontinuas.

La periodicidad de los indicadores es un aspecto fundamental. No todos los indicadores se relevan con la misma frecuencia. Algunos pueden ser mensuales, como el presentismo; otros trimestrales, como los resultados de las áreas prioritarias, y otros anuales, como la cantidad de capacitaciones realizadas por el personal. Definir la periodicidad permite planificar el momento de recolección de la información y evita que los indicadores queden en el olvido.

Para que los indicadores sean realmente útiles es necesario analizarlos en equipo. De nada sirve recolectar datos si no se transforman en información que ayude a comprender lo que sucede en la escuela. Por eso, una práctica recomendada es reservar espacios en las reuniones de personal o de equipo de conducción para presentar los resultados de los indicadores y reflexionar sobre ellos. Por ejemplo, si se observa un bajo porcentaje de asistencia en determinados cursos, se puede planificar una estrategia de seguimiento con las familias y acciones específicas para revertir esta situación.

Los indicadores de gestión educativa también permiten anticipar situaciones. Por ejemplo, si se observa un aumento progresivo de inasistencias, se pueden tomar medidas antes de llegar a situaciones de abandono escolar. Si se detecta que la cantidad de estudiantes con calificaciones insuficientes en matemáticas aumenta, se pueden implementar talleres de apoyo o estrategias de enseñanza que permitan reforzar contenidos.

Es importante registrar los indicadores de manera ordenada, utilizando planillas digitales o cuadernos de gestión, para poder compararlos a lo largo del tiempo y visualizar los avances o retrocesos. Esta información es valiosa para la supervisión escolar, las visitas de inspección y la elaboración de informes de gestión.

Los indicadores de gestión educativa no deben ser entendidos como un control para castigar a quienes no cumplen metas, sino como una herramienta que permite mirar con claridad lo que sucede en la institución, tomar decisiones informadas y ajustar las estrategias de trabajo para acompañar mejor a los estudiantes y fortalecer el clima escolar.

Una escuela que utiliza indicadores de gestión educativa de manera reflexiva logra ordenar su planificación institucional, orientar sus recursos, priorizar acciones y comunicar de manera clara sus logros y dificultades. Además, facilita el trabajo de los equipos de conducción en concursos, ya que contar con indicadores concretos fortalece la presentación de proyectos de dirección y la toma de decisiones pedagógicas.

Construir indicadores de gestión educativa no es una tarea compleja si se parte de lo que ya se realiza en la escuela, se definen variables claras, se determina la periodicidad y se les otorga un espacio de análisis en las reuniones institucionales. Los indicadores se convierten así en aliados para mirar el presente de la institución y proyectar mejoras sostenidas en el tiempo.