Por: Maximiliano Catalisano
Hay momentos del año en que todo parece cuesta arriba: exámenes, presiones, comparaciones, expectativas que pesan más de lo que deberían. Acompañar a los estudiantes en ese camino no significa quitarles los obstáculos, sino ayudarlos a atravesarlos con nuevas herramientas, miradas distintas y una red que los sostenga sin sobreprotegerlos. Porque más allá de los contenidos, la escuela también enseña a seguir adelante cuando algo no sale como esperaban.
A veces, una mala nota o una consigna que no logran resolver puede desatar frustración, enojo o desconexión. Por eso es importante generar un espacio donde puedan expresarse, entender lo que les pasa y encontrar alternativas para resolverlo. No se trata de evitar el error, sino de resignificarlo. Nombrar lo que sienten, permitir que lo hablen y construir con ellos formas posibles de continuar es una manera potente de enseñar.
Una estrategia útil es trabajar con metas breves y alcanzables. Fragmentar un desafío grande en pasos pequeños permite ver avances más rápido y recuperar confianza. También es valioso mostrar ejemplos de personas que enfrentaron dificultades y lograron sobreponerse, dentro y fuera del aula. Las historias reales inspiran más que cualquier consejo.
El acompañamiento emocional se fortalece cuando va de la mano con lo pedagógico. Dar segundas oportunidades para rendir, habilitar instancias de recuperación con otra mirada, ofrecer tareas que prioricen procesos más que resultados finales son formas de abrir caminos sin bajar la vara.
La constancia y el reconocimiento sincero también construyen confianza. Cuando un estudiante siente que su esfuerzo es visto, que su camino importa, es más probable que se anime a intentarlo de nuevo. La motivación no siempre viene de afuera, pero sí se enciende más fácil cuando hay alguien que la sostiene cerca.
Construir resiliencia no es una tarea individual. Es una práctica cotidiana, compartida, que se cultiva con gestos simples: estar disponible, escuchar sin juzgar, confiar en que pueden y mostrarles cómo. Porque a veces, con solo una palabra de aliento en el momento justo, un alumno encuentra la fuerza que no sabía que tenía.