Por: Maximiliano Catalisano
Cuando un equipo docente funciona con armonía, la escuela entera respira distinto. Se nota en los pasillos, en las reuniones, en el clima de aula, en la forma en que circula la información y hasta en el modo en que las familias perciben la institución. Sin embargo, en tiempos en los que la demanda emocional y laboral es cada vez más alta, las tensiones internas aparecen con facilidad y pueden erosionar un clima que debería sostener el trabajo cotidiano. Por eso, fortalecer la cohesión del equipo se vuelve una tarea indispensable, no solo para mejorar la organización escolar, sino para que los docentes se sientan acompañados y respetados en su tarea.
El desafío es complejo porque los grupos de trabajo están formados por personas con historias distintas, expectativas diversas y formas particulares de entender la enseñanza. A esto se suman agendas cargadas, cambios constantes en la normativa, situaciones inesperadas y un contexto social que atraviesa todas las decisiones escolares. En medio de estas presiones, las diferencias pueden convertirse en choques, los desacuerdos pueden transformarse en malentendidos y los silencios pueden convertirse en obstáculos. Trabajar la cohesión no significa buscar uniformidad, sino aprender a convivir con esas diferencias sin que se conviertan en conflictos.
La importancia de un clima colaborativo
Un equipo docente cohesionando genera una energía que se percibe en cada acción escolar. Un grupo que conversa, que comparte y que confía puede asumir proyectos, resolver dificultades y acompañar a los estudiantes de una manera más sostenida. Cuando la relación entre colegas es tensa, todo se vuelve más pesado: las reuniones se transforman en trámites, las decisiones se vuelven discusiones interminables y las tareas se reparten con malestar.
Crear un clima colaborativo no es solo una cuestión organizativa, sino un ejercicio constante de comunicación. Requiere tiempo para conversar, honestidad para revisar prácticas propias y amplitud para escuchar puntos de vista distintos. También requiere comprender que nadie trabaja igual que otro, y que las diferencias pueden ser una fortaleza si se gestionan con responsabilidad.
Estrategias para reducir tensiones
Una estrategia central es generar espacios de diálogo que no estén únicamente asociados a la resolución de problemas. Las reuniones suelen usarse para temas urgentes, pero pocas veces se destinan a revisar cómo se está trabajando en grupo, cómo se siente cada integrante o qué ajustes podrían mejorar la convivencia profesional. Estos encuentros de conversación genuina permiten que el equipo pueda expresarse, prevenir conflictos y fortalecer vínculos.
Otra estrategia implica acuerdos claros. Cuando cada docente comprende qué se espera de su rol, cómo se distribuyen las tareas y cuáles son los modos de comunicación interna, se reduce la posibilidad de malos entendidos. Los acuerdos sirven como referencia para ordenar el día a día, y cuando son construidos colectivamente, generan compromiso y pertenencia.
También es necesario aprender a abordar tensiones sin evitarlas. En muchos equipos la incomodidad se instala porque los conflictos se guardan bajo la alfombra. Resolverlos requiere valentía y tacto, pero evita que pequeños roces se conviertan en situaciones más profundas. Hablar de lo que molesta, pedir explicaciones cuando algo duele y buscar comprensión evita que los equipos se fragmenten.
A esto se suma la importancia del reconocimiento. Valorar el trabajo del otro, agradecer gestos cotidianos y destacar esfuerzos genuinos ayuda a crear un clima donde cada docente se sienta visto. El reconocimiento sincero tiene un impacto enorme: una palabra oportuna puede aliviar una jornada difícil y mejorar el vínculo profesional.
El rol del acompañamiento institucional
La conducción escolar cumple un papel fundamental para sostener la cohesión del equipo. Su intervención no debe darse únicamente ante conflictos profundos, sino de manera preventiva. Escuchar a los docentes, acompañarlos en decisiones complejas y generar canales de comunicación abiertos favorece una cultura institucional más saludable.
El acompañamiento también implica ofrecer formación interna sobre temas que impactan en la convivencia: comunicación asertiva, manejo de emociones, resolución de conflictos y organización del tiempo. Cuando el equipo adquiere herramientas compartidas, mejora su capacidad para afrontar tensiones sin desgastarse.
Otro elemento valioso es promover espacios de trabajo colaborativo entre áreas. Actividades interdisciplinarias, proyectos comunes y encuentros pedagógicos ayudan a romper compartimentos estancos. El docente deja de sentirse aislado y descubre que su tarea se potencia cuando puede compartirla con otros.
La importancia del cuidado emocional
La cohesión del equipo docente no depende solo de técnicas de organización, sino del bienestar emocional de sus integrantes. Los últimos años han mostrado con claridad el impacto del estrés, la sobrecarga y la incertidumbre en la salud mental de los docentes. Un equipo agotado tiene mayor probabilidad de involucrarse en discusiones, tomar decisiones aceleradas o interpretar comentarios de manera negativa.
Por eso, cuidar el bienestar emocional también es una estrategia para reducir tensiones internas. Esto implica respetar tiempos de descanso, evitar reuniones interminables, distribuir tareas con criterio y promover espacios de escucha. Un docente que se siente cuidado tiene mejor disposición para colaborar y para comprender las dificultades de otros.
Hacia una cultura institucional más cohesionada
Construir cohesión no es un objetivo que se alcance de un día para otro. Es un proceso dinámico que requiere constancia, comunicación y respeto. La escuela es un espacio donde conviven personalidades diversas, trayectorias distintas y miradas pedagógicas que no siempre coinciden. Pero cuando existe un propósito compartido, estos elementos pueden organizarse para formar un equipo sólido.
La clave es que la cohesión no se limite a momentos puntuales, sino que forme parte de la cultura institucional. Una escuela que sostiene espacios de conversación, que valora el trabajo docente y que apuesta al acompañamiento permanente logra crear un ambiente donde las tensiones se reducen y donde cada integrante se siente parte de un proyecto común. Una escuela que cuida a su equipo está cuidando también a sus estudiantes.
La construcción de un clima saludable no elimina los desafíos cotidianos, pero los vuelve abordables. Los conflictos dejan de ser amenazas y se transforman en oportunidades para mejorar. Cuando el equipo docente trabaja con cohesión, la enseñanza se fortalece y la institución gana una base sólida para avanzar con mayor claridad en su misión educativa.
