Por: Maximiliano Catalisano
El reloj suena temprano cada mañana, las planificaciones esperan sobre el escritorio y los recreos apenas alcanzan para tomar un mate con calma. Así transcurren los días para los docentes, quienes sostienen con compromiso cada clase, cada charla con las familias y cada proyecto escolar, incluso en días de cansancio. Cuando llegan las vacaciones de invierno, muchos docentes sienten alivio, pero también arrastran un cansancio profundo que no siempre logran soltar en pocos días. Este receso de invierno no es solo una pausa del aula, es una oportunidad para recargar energías, para reencontrarse con uno mismo y recuperar fuerzas antes de retomar las clases. Descansar no es un lujo para el docente, es una necesidad que impacta en su bienestar y en la forma en que se vincula con sus estudiantes. Aprender a descansar también es parte de enseñar.
Cuidar el descanso físico es el primer paso para recargar energías en vacaciones de invierno. Durante el ciclo escolar, muchas veces el cuerpo se adapta a madrugar, a sostener jornadas largas de pie, a hablar durante horas y a mantener una presencia constante. El receso de invierno puede convertirse en una oportunidad para dormir un poco más, para acostarse temprano sin la presión de preparar materiales o corregir trabajos y para recuperar el ritmo de descanso que el cuerpo necesita. Dormir mejor ayuda a reducir la irritabilidad, mejora la concentración y fortalece el sistema inmune, algo que todo docente necesita para continuar su tarea con salud.
Dar espacio al descanso mental también es necesario. Durante el año, la mente del docente se llena de pendientes: clases por preparar, reuniones, problemas por resolver, llamados a las familias, ideas para proyectos y planificaciones. Es importante permitirse desconectar durante unos días, aunque sea de forma gradual. Dejar de lado el celular y las redes sociales por momentos, disfrutar de una caminata al aire libre sin pensar en el trabajo o dedicarse a leer un libro por placer son pequeños gestos que liberan la mente y ayudan a recuperar la calma interior.
Durante las vacaciones de invierno, encontrar actividades que generen disfrute es otra forma de recargar energías. Muchas veces el cansancio docente no se alivia solo con dormir, sino también con momentos que renueven el entusiasmo. Realizar actividades manuales, pintar, tejer, cocinar recetas nuevas, visitar ferias locales o simplemente tomar un café en un lugar distinto aportan frescura a los días de descanso. Lo importante no es llenar la agenda de actividades, sino elegir con conciencia aquellas que generen bienestar.
El contacto con la naturaleza es una herramienta poderosa para recargar energías. Durante el año, entre aulas y reuniones, muchas veces se pasa más tiempo en espacios cerrados que al aire libre. Las vacaciones de invierno invitan a aprovechar las horas de sol para salir a caminar, disfrutar de una plaza o un parque, hacer una salida a una reserva cercana o, simplemente, abrir las ventanas y respirar profundamente. La naturaleza ayuda a despejar la mente y a recuperar la calma necesaria para sostener la tarea docente con serenidad.
Compartir tiempo con afectos es otra forma de recargar energías. Durante el ciclo lectivo, las familias docentes muchas veces adaptan sus rutinas a las demandas del trabajo escolar. Las vacaciones de invierno pueden ser un momento para disfrutar de un almuerzo en familia sin horarios, de una tarde de charla con amigos o de una salida con quienes acompañan el día a día. Estos espacios fortalecen los vínculos y generan momentos de alegría que ayudan a recargar el ánimo.
También es importante recordar que el descanso implica, muchas veces, aprender a soltar la culpa. Hay docentes que sienten que deben aprovechar cada instante de las vacaciones para adelantar planificaciones, corregir pendientes o prepararse para el regreso. Sin embargo, las vacaciones son una pausa que se gana con trabajo y que es necesaria para continuar con salud. Permitirse descansar sin culpa, disfrutar de momentos de ocio y aceptar que no todo puede resolverse en pocos días forma parte del cuidado de uno mismo.
Por último, el receso de invierno puede ser un espacio para reflexionar con calma sobre el recorrido realizado, valorar los logros y repensar lo que se quiere mejorar, sin presiones. A veces, las mejores ideas para la práctica surgen cuando la mente descansa, cuando no se obliga a pensar en soluciones y se permite el espacio para que aparezcan nuevas perspectivas. Tomar notas de ideas que surjan, registrar emociones y deseos para lo que queda del año puede ayudar a retomar con claridad el camino docente.
Las vacaciones de invierno no resuelven por completo el cansancio que puede acumularse durante el año escolar, pero son una oportunidad valiosa para empezar a priorizar el cuidado personal. Los estudiantes necesitan docentes que se sientan bien, que puedan transmitir calma y entusiasmo, y eso solo se logra cuando quienes enseñan también se permiten descansar. Por eso, este receso puede ser el momento ideal para cuidarse, reconectar con lo que da sentido al trabajo docente y recargar energías para volver al aula con una mirada renovada.