Por: Maximiliano Catalisano
Un accidente escolar puede suceder en cualquier momento, y estar preparado marca la diferencia entre una situación que se resuelve con tranquilidad y un momento de desorganización y tensión. Saber qué hacer ante un accidente escolar permite proteger a los estudiantes, garantizar que reciban la atención necesaria de forma rápida y cumplir con las obligaciones de la institución de manera clara y ordenada. No se trata solo de conocer la normativa, sino de actuar con seguridad, dejando constancia de cada paso dado, cuidando al niño o adolescente y a toda la comunidad educativa.
Ante un accidente escolar, lo primero es mantener la calma y evaluar rápidamente la situación para garantizar la seguridad del estudiante y de las demás personas presentes. Si el accidente ocurre durante el horario escolar o en actividades organizadas por la escuela, la institución tiene la responsabilidad de actuar de inmediato para asistir al estudiante.
El primer paso es constatar el tipo de accidente y la gravedad. Si se trata de un golpe leve, un raspón o una caída menor, se puede asistir al estudiante en la institución, limpiar la herida con agua, colocar un apósito y observar si es necesario informar a la familia. Si el accidente es de mayor gravedad, como una fractura, golpe en la cabeza, pérdida de conocimiento o una herida profunda, se debe llamar de inmediato a emergencias médicas o trasladar al estudiante al centro de salud más cercano siguiendo los protocolos de la jurisdicción.
Una regla importante es nunca administrar medicamentos sin autorización ni realizar maniobras para las que no se tenga formación. En accidentes graves, se debe evitar mover al estudiante salvo que sea necesario para proteger su integridad, como en casos de evacuación.
Informar a la familia es fundamental. En todos los casos, se debe llamar a los padres o adultos responsables para comunicar lo sucedido y el estado de salud del estudiante, informando si se realizó un traslado y a qué institución se lo derivó. Esta comunicación debe quedar registrada en el cuaderno de novedades o en un acta breve que deje constancia del aviso y de la respuesta recibida.
Registrar el accidente es otro paso clave. Se realiza un acta de accidente escolar que incluya la fecha, hora, lugar, descripción del accidente, testigos presentes, primeros auxilios realizados, responsables que intervinieron y comunicación con la familia. Esta acta se archiva en la carpeta de accidentes escolares y una copia se adjunta al legajo del estudiante. Esta documentación es importante para la ART y para cualquier situación posterior que requiera justificación.
En muchas jurisdicciones, se debe notificar a la ART del accidente escolar para que se activen las coberturas correspondientes. Para ello, se completa la planilla de denuncia de accidente de trabajo escolar, detallando claramente cómo sucedió el accidente y qué asistencia se brindó. Es importante cumplir con los plazos de notificación que la normativa indique para no perder la cobertura.
Luego de la asistencia inicial, es recomendable realizar un seguimiento del caso, interesándose por la evolución del estudiante y solicitando el certificado médico que indique las condiciones en que podrá retomar las actividades escolares, especialmente si requirió reposo o restricciones en actividades físicas.
Si el accidente ocurrió por un desperfecto en la infraestructura escolar o por una situación que pudo haberse prevenido, es importante realizar un informe para la dirección de la institución, dejando constancia de la situación y solicitando las reparaciones o acciones necesarias para evitar nuevos accidentes.
También es importante hablar con los estudiantes que fueron testigos o participaron de la situación, explicando de forma clara qué sucedió y trabajando con el equipo de orientación o preceptores si fuera necesario, para evitar temores o confusiones.
Actuar de forma rápida, con cuidado y con registro ordenado ayuda a proteger al estudiante, a la familia y a la institución. Los accidentes escolares no siempre se pueden evitar, pero una buena organización permite que la situación se resuelva de la mejor manera posible.
Cada escuela debe contar con un protocolo de actuación en caso de accidentes escolares, indicando quién se encarga de los primeros auxilios, cómo se realiza la comunicación con la familia, cuál es el procedimiento para llamar a emergencias y cómo se confeccionan las actas e informes necesarios. Capacitar al personal en estos procedimientos y realizar simulacros periódicos refuerza la capacidad de respuesta de la institución.
En resumen, ante un accidente escolar, la clave es actuar con calma, priorizando la atención del estudiante, informando de inmediato a la familia, registrando cada paso de manera clara y cumpliendo con las notificaciones a la ART o al sistema de salud según corresponda. Así, se cuida al estudiante, se protege a la institución y se construye un clima de confianza con las familias.