Por: Maximiliano Catalisano

El boletín escolar es mucho más que una hoja con noticias: puede ser una herramienta poderosa para fortalecer el vínculo entre la escuela, las familias y la comunidad. Bien diseñado y redactado con claridad, transmite información importante, crea sentido de pertenencia y genera confianza. Sin embargo, muchas veces se convierte en un simple trámite que nadie lee o valora. Por eso, crear un boletín atractivo, útil y funcional requiere tiempo, ideas claras y una buena planificación. En esta nota te contamos cómo hacerlo desde cero, paso a paso, para que el próximo boletín de tu escuela sea una experiencia que todos esperen con entusiasmo.

Definir el objetivo del boletín

Antes de pensar en el diseño o el contenido, es necesario tener claridad sobre para qué se hace el boletín. ¿Queremos informar, invitar, compartir logros, acercar a las familias? Todo eso puede ser parte, pero no todas las escuelas tienen las mismas prioridades. Si el boletín se convierte en una acumulación de datos desordenados, pierde fuerza. El objetivo principal debe guiar la estructura: si es informar, habrá más fechas y novedades; si es fortalecer la comunidad, se destacarán historias humanas, actividades compartidas y mensajes que generen cercanía. Cuanto más claro esté el propósito, más coherente será el boletín en su conjunto.

Organizar el equipo de trabajo

Aunque a veces una sola persona se encarga del boletín, lo ideal es que haya un pequeño equipo que se ocupe de reunir la información, escribir los textos, revisar la redacción y pensar en el diseño. Puede incluir docentes, preceptores, secretarios, algún estudiante o familia interesada. Trabajar en equipo permite incluir distintas voces y visiones de la escuela, lo cual enriquece el resultado. Además, se evita sobrecargar a una sola persona y se promueve la participación en la vida institucional.

Elegir el formato y la frecuencia

Hoy existen muchas posibilidades para presentar un boletín: impreso, digital en PDF, en formato de video, por WhatsApp, en redes sociales o en una combinación de medios. Elegir el formato depende del público al que se dirige y de los recursos disponibles. No tiene sentido hacer un boletín digital si las familias no acceden fácilmente a internet, o imprimir cientos de copias si el contenido podría compartirse en un solo archivo. También es importante definir cada cuánto se enviará: una vez al mes, al cierre de cada trimestre, o solo cuando haya novedades importantes. Ser constantes en la entrega aumenta la expectativa de quienes lo reciben.

Definir las secciones fijas

Un buen boletín combina secciones permanentes con espacios flexibles. Algunas ideas de secciones que pueden mantenerse en cada edición: agenda escolar con fechas importantes, mensajes del equipo directivo, logros de estudiantes o docentes, proyectos destacados, espacios de opinión, propuestas para trabajar en casa, recomendaciones culturales, efemérides o aniversarios institucionales. Establecer estas secciones ayuda a ordenar la tarea de armado y a que el lector ya sepa qué esperar. A eso se pueden sumar noticias o contenidos únicos según el momento del año.

Seleccionar el contenido y redactar con claridad

Cada sección debe tener contenido breve, claro y directo. No se trata de escribir mucho, sino de escribir bien. Evitar los tecnicismos, los párrafos interminables y los textos que no aportan nada concreto. La redacción debe ser cercana, comprensible y respetuosa con el lector. Es conveniente revisar la ortografía, cuidar el tono, y no sobrecargar el boletín con información innecesaria. Siempre es mejor menos contenido, pero bien presentado, que muchos textos que nadie llega a leer. Incluir imágenes también ayuda a que el boletín sea visualmente más atractivo.

Diseñar de forma simple y cuidada

El diseño no necesita ser profesional, pero sí debe ser claro, ordenado y amable a la vista. Usar colores suaves, tipografías legibles y márgenes adecuados. Evitar el exceso de elementos decorativos que distraigan de lo importante. Si se hace en Word, Canva o PowerPoint, se pueden usar plantillas prediseñadas que facilitan la tarea. Si el boletín es digital, conviene que el archivo sea liviano para poder compartirse por correo o redes. En el caso de boletines impresos, cuidar la calidad de impresión y elegir un tamaño cómodo para la lectura.

Incluir voces de la comunidad

Un boletín escolar no debería ser solo una publicación institucional. Cuando incorpora las voces de estudiantes, docentes, auxiliares o familias, se transforma en un espejo vivo de lo que sucede en la escuela. Pueden incluirse pequeñas entrevistas, frases destacadas, testimonios de alumnos sobre proyectos o actividades, cartas a la comunidad o reflexiones de los propios protagonistas. Esto no solo enriquece el contenido, sino que genera identificación y compromiso. Leer una opinión propia o de un compañero en el boletín es una experiencia que acerca y motiva.

Revisar antes de difundir

Antes de enviar o imprimir el boletín, siempre hay que revisarlo con cuidado. Corregir errores, verificar que todas las fechas estén bien, asegurarse de que las imágenes sean adecuadas, confirmar que no haya faltas de ortografía ni datos sensibles sin autorización. La revisión final debe ser una etapa imprescindible, ya que el boletín representa a la institución. También es importante elegir el mejor momento para su difusión, para asegurar que las familias lo reciban y puedan leerlo con atención.

Evaluar y mejorar en cada edición

Cada boletín es una oportunidad para mejorar el siguiente. Por eso, se pueden incluir encuestas breves o espacios de opinión para que quienes lo reciben compartan sugerencias o comentarios. Saber qué se leyó, qué gustó y qué no, permite ajustar tanto el contenido como el formato. Escuchar a la comunidad escolar es una forma de hacer que el boletín siga creciendo y cumpla realmente su función.

El boletín como espacio de construcción colectiva

Más allá de ser un canal de información, el boletín puede ser un espacio para construir identidad institucional. Refleja lo que la escuela valora, comunica su cultura, promueve la participación y deja registro de lo vivido. Hacerlo con dedicación es también una forma de cuidar los vínculos. Con el tiempo, puede convertirse en un archivo valioso, una memoria escrita de todo lo que una comunidad fue haciendo juntos. Por eso, no se trata solo de qué se dice, sino de cómo y para qué se lo dice.