Por: Maximiliano Catalisano

Hablar de sostenibilidad y cambio climático con chicos y jóvenes puede parecer una tarea difícil, pero es una oportunidad enorme para sembrar preguntas, despertar el interés por el entorno y fomentar hábitos responsables desde edades tempranas. La clave está en no caer en discursos lejanos ni en datos catastróficos que paralicen. Lo importante es conectar el tema con lo cotidiano y hacerlo parte de su mundo.

Una buena forma de empezar es preguntando qué observan en su barrio, su casa o su escuela. ¿Hay residuos tirados? ¿Se separa la basura? ¿Qué productos consumen todos los días? Estas preguntas los invitan a pensar y a descubrir que no se trata solo de osos polares ni incendios forestales en lugares remotos, sino de acciones concretas que impactan en lo inmediato.

El juego, la experimentación y las historias también son grandes aliados. Proyectos simples como una huerta escolar, la creación de carteles para concientizar o la reutilización de materiales para construir algo nuevo ayudan a aprender sin sentirse en una clase más. Además, los desafíos en grupo, los retos semanales o las apps interactivas pueden generar entusiasmo y compromiso sin imponer.

También es importante darles lugar para expresar lo que sienten frente a estos temas. Muchos niños y adolescentes ya escucharon hablar del cambio climático, pero no siempre saben cómo actuar o qué pueden hacer desde su lugar. Abrir espacios de diálogo, con preguntas simples pero poderosas, puede ayudar a canalizar la inquietud y transformarla en propuestas.

En el aula, el enfoque no debería ser solo informativo. Integrar la sostenibilidad como una mirada transversal permite trabajarla desde diferentes materias: analizar estadísticas de consumo en matemática, leer cuentos relacionados en lengua o investigar sobre las fuentes de energía en ciencias. Así, el tema deja de ser “extra” para convertirse en parte del aprendizaje diario.

Lo más importante es que, al hablar de sostenibilidad, no se trata solo de cuidar el planeta, sino también de aprender a pensar a largo plazo, a considerar las consecuencias de nuestras decisiones y a sentirnos parte de una comunidad que actúa. Por eso, enseñar sobre estos temas es también enseñar a vivir con más conciencia y respeto.