Por: María Gabriela Müller
Explorando la web encontré estas palabras que me llamaron la atención:
«La IA puede ser muy buena (incluso mejor que las personas) escribiendo informes evaluativos; pero es definitivamente menos apropiada a la hora de ayudarnos a escribir relatos pedagógicos.
El carácter más mecánico, protocolizado y cuantitativo de los informes, los hace tarea sencilla para la máquina. Para el caso de los relatos, en cambio, la demanda de observación personal, la cercanía con la práctica y la experiencia, hacen que, si quisiéramos obtener ayuda de esta herramienta, los “prompts” terminarían siendo casi siempre más difíciles de escribir que los propios relatos, que demandarían además un extenso trabajo de corrección.
Creo que este dato habla bien de los relatos y de su potencia para humanizar nuestra mirada sobre el aprendizaje».
Daniel Brailovsky
«Informes y relatos pedagógicos en el jardín, narrativas del aprendizaje»
En los últimos años, la inteligencia artificial (IA) ha comenzado a ocupar un lugar importante en múltiples ámbitos, incluida la educación. Su capacidad para organizar datos, generar textos y automatizar tareas ha seducido a muchos docentes en busca de eficiencia. Sin embargo, esta herramienta, que parece tener respuesta para todo, aún encuentra límites claros cuando se trata de captar la dimensión más humana y subjetiva del aprendizaje.
Daniel Brailovsky nos plantea esta reflexión : la IA puede resultar muy efectiva para redactar informes evaluativos, pero no logra alcanzar la misma profundidad cuando se trata de escribir relatos pedagógicos. Esto se debe a que los informes suelen tener una estructura mecánica, centrada en aspectos cuantificables, lo cual los vuelve fácilmente reproducibles por un algoritmo.
Por el contrario, los relatos pedagógicos exigen una implicación personal, una mirada sensible y situada sobre la experiencia educativa. No se trata sólo de describir lo que ocurrió, sino de interpretar, de dar sentido a lo vivido. En ese terreno, la IA no puede reemplazar la voz del docente, que narra desde su cercanía con los niños, desde lo que sintió, lo que lo sorprendió, lo que comprendió.
La paradoja que señala Brailovsky es muy interesante: pedirle a la IA que escriba un relato pedagógico implicaría generar instrucciones tan complejas y detalladas que terminarían demandando más esfuerzo que escribir el relato directamente. Esto no sólo refuerza la importancia del rol docente, sino que también resalta la riqueza de esta práctica narrativa como parte de la construcción de sentido en el proceso educativo.
El relato pedagógico no es un adorno ni un “plus” opcional, sino una herramienta fundamental para humanizar la mirada sobre el aprendizaje. A través del relato, los docentes no sólo documentan lo que sucede en el aula, sino que también construyen conocimiento sobre las infancias, sobre la enseñanza y sobre sí mismos como profesionales, a través de la retroalimentación de la que nos habla Rebeca Anijovich.
En un tiempo en que la tecnología parece avanzar sin freno, es prioritario recordar que no todo puede (ni debe) ser automatizado. La IA puede ayudar, pero no reemplazar la sensibilidad, la intuición y la experiencia viva que forman parte del acto de enseñar.
En MB creemos en el justo equilibrio entre la tecnología y la mirada atenta del profesor. Los y las invitamos a recorrer nuestra Membresía exclusiva en la que en cada sección desarrollamos todo los materiales necesarios para ser docentes en el siglo XXI.
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