Por: Maximiliano Catalisano

Vivimos en un mundo en el que hacer varias cosas al mismo tiempo parece una virtud. Los estudiantes actuales están rodeados de pantallas, mensajes, alertas, tareas, redes sociales y demandas constantes. Mientras intentan escuchar una clase, revisan su teléfono, responden un mensaje, cambian de pestaña, buscan algo para distraerse, vuelven al contenido y así, en ciclos. Esta forma de atención fragmentada ya es habitual en muchas aulas, pero ¿qué impacto tiene realmente sobre el aprendizaje? ¿Es posible concentrarse cuando el entorno estimula constantemente la dispersión? ¿Qué consecuencias tiene el multitasking sostenido en el tiempo para quienes están en plena etapa de desarrollo?

El multitasking, lejos de ser una habilidad que potencia, muchas veces se transforma en un obstáculo. No porque los estudiantes sean incapaces, sino porque sus cerebros no están diseñados para dividir la atención de manera continua sin costo. La ilusión de que se puede hacer todo a la vez suele generar resultados pobres, tanto en comprensión como en memoria. Y eso afecta directamente la experiencia escolar.

Atención dividida, comprensión disminuida

Cuando un estudiante intenta realizar dos o más actividades que requieren concentración al mismo tiempo, la calidad del procesamiento baja. Leer un texto mientras se escucha música con letra, responder mensajes en medio de una tarea, mirar videos breves mientras se completa un ejercicio: todas esas situaciones parecen naturales hoy, pero están asociadas a menor retención, mayor cantidad de errores y más tiempo para finalizar cada actividad.

El cerebro humano necesita tiempo para cambiar de foco. Saltar de una tarea a otra consume recursos mentales. Aunque parezca que el cambio es rápido y automático, no lo es. La atención se resiente. El cansancio cognitivo aumenta. Y lo que se hace pierde profundidad.

La escuela frente a una nueva forma de atención

El desafío de enseñar en este contexto es enorme. Muchos docentes sienten que “compiten” con los celulares, que los estudiantes ya no pueden sostener más de cinco minutos sin buscar estímulos externos. No se trata de culparlos, sino de comprender que esta manera de funcionar no es solo una elección, sino también una consecuencia del entorno.

La hiperconectividad instaló un tipo de atención diferente. Breve, interrumpida, segmentada. La escuela no puede ignorarlo, pero tampoco puede adaptarse sin cuestionar. El aula debe ser un lugar donde se recupere el valor de estar presentes en lo que se hace, de dar lugar a la concentración sostenida, al silencio productivo, al trabajo en profundidad.

Multitarea no es lo mismo que flexibilidad

Hay estudiantes que saben alternar tareas con cierta soltura. Que logran pasar de una actividad a otra sin perder el hilo. Pero eso no es multitasking, es flexibilidad cognitiva. El multitasking, entendido como hacer todo a la vez, genera una falsa sensación de productividad. Las tareas se completan, sí, pero ¿con qué nivel de comprensión? ¿Qué queda después?

Los tiempos escolares deberían ayudar a recuperar el foco. No como una forma de control, sino como una herramienta para aprender mejor. Establecer momentos sin interrupciones, enseñar a organizarse por bloques, promover el trabajo sin dispositivos por lapsos cortos, son estrategias posibles. También es importante que los adultos modelen conductas: si quienes enseñan están todo el tiempo conectados o respondiendo mensajes durante las clases, el mensaje que se transmite es contradictorio.

El cuerpo también se agota con la atención fragmentada

No se trata solo de lo que pasa a nivel mental. El multitasking también genera consecuencias físicas. Cansancio visual, posturas incómodas, ansiedad creciente. La necesidad de estar todo el tiempo atentos a múltiples estímulos puede derivar en agotamiento generalizado. Muchos estudiantes llegan al final del día con una sensación de saturación, sin saber exactamente qué hicieron, pero sintiendo que no hicieron nada del todo.

Esta experiencia de dispersión continua puede generar frustración. Se estudia, se intenta, se está presente, pero los resultados no acompañan. Eso impacta en la autoestima, en el vínculo con el conocimiento y en la motivación.

El rol de las pausas y los momentos sin pantalla

Incluir pausas reales en la jornada escolar, promover el descanso sin pantallas, abrir momentos de conversación sin estímulos digitales puede ayudar a reducir el impacto del multitasking. No es un castigo ni una nostalgia por tiempos pasados, sino una forma de cuidar el presente. Necesitamos enseñar a estar, a sostener, a recuperar la profundidad en un mundo que constantemente empuja a lo contrario.

El aprendizaje necesita tiempo, necesita concentración, necesita espacio. Cuando todo se hace a la vez, nada termina de hacerse del todo. Por eso, educar hoy implica también trabajar sobre la atención. No para volver a una idea rígida del aula, sino para construir una experiencia distinta, más humana y más conectada con lo que realmente importa.