Por: Maximiliano Catalisano

Decidir una carrera universitaria es una de las decisiones más trascendentales en la vida de cualquier joven. No solo define el camino profesional, sino que también marca el desarrollo personal y los proyectos a futuro. Ante tantas opciones, dudas y presiones, tomar esta elección puede generar incertidumbre. Sin embargo, con una reflexión y análisis adecuados, es posible identificar el camino que mejor se alinee con las habilidades, intereses y valores de cada persona.

El primer paso es conocerse a uno mismo. Reflexionar sobre los intereses, fortalezas, habilidades y áreas que generan curiosidad es clave para orientar la decisión. Algunas personas encuentran útil hacerse preguntas como: ¿Qué actividades disfruto realizar? ¿En qué áreas del suelo destacan? ¿Qué tipo de problemas me gustaría resolver en el futuro? Estas reflexiones no solo ayudan a delimitar opciones, sino que también permiten vincular la carrera con una vocación.

Investigar las carreras y el mercado laboral es otro aspecto fundamental. Comprender el alcance de cada disciplina, las materias que incluye, las posibles salidas laborales y las tendencias del mercado permite tomar decisiones informadas. Conversar con profesionales que ya ejercen en el campo de interés, asistir a ferias universitarias y revisar los planos de estudio son formas efectivas de obtener información concreta sobre cada opción.

También es importante no subestimar la influencia de las emociones y la presión externa. Aunque las opiniones de la familia y el entorno son valiosas, la decisión debe ser personal. Seguir una carrera solo por complacer expectativas externas o porque se percibe como “segura” puede llevar a frustraciones futuras. Equilibrar los consejos con las propias aspiraciones es esencial para garantizar que la elección sea auténtica y satisfactoria a largo plazo.

Además, considerar aspectos prácticos como la duración de la carrera, el costo de los estudios y las instituciones donde se puede cursar también es necesario. Estos factores ayudan a visualizar cómo encajará la carrera en la vida personal y familiar del estudiante. A veces, un test vocacional puede ser un buen punto de partida, pero nunca debe ser la única herramienta para tomar la decisión final.

Por último, es importante recordar que elegir una carrera no significa definir el resto de la vida de manera inmutable. Las personas evolucionan, y los intereses pueden cambiar con el tiempo. Muchas veces, la experiencia universitaria abre nuevas puertas y oportunidades que no se habían considerado antes. Lo esencial es iniciar el camino con confianza y apertura, sabiendo que siempre se puede ajustar la trayectoria.