Por: María Gabriela Müller
«Nuestros «malos alumnos» (de los que se dice que no tienen porvenir) nunca van solos a la escuela. Lo que entra en clase es una cebolla: unas capas de pesadumbre, de miedo, de inquietud, de rencor, de cólera, de deseos insatisfechos, de furiosas renuncias acumuladas sobre un fondo de vergonzoso pasado, de presente amenazador, de futuro condenado. Miradlos, aquí llegan, con el cuerpo a medio hacer y su familia a cuestas en la mochila. En realidad, la clase sólo puede empezar cuando dejan el fardo en el suelo y la cebolla ha sido pelada. Es difícil de explicar, pero a menudo solo basta una mirada, una palabra amable, una frase de adulto confiado, claro y estable, para disolver esos pesares, aliviar esos espíritus, instalarlos en un presente rigurosamente indicativo».
Daniel Pennac , “Mal de escuela”
¿Qué es un “mal alumno” en el imaginario popular? ¿Qué hacemos como educadores con ellos?¿Qué les ofrece efectivamente la escuela ?
En relación con aquellos y aquellas estudiantes que no son los “esperados” en términos de objetivos y resultados exitosos, suele ser más fácil generalizar que analizar; más sencillo clasificar que profundizar; y muy tentador etiquetar sin llegar a conocer el punto de partida de cada uno de ellos.
Y en este punto obviamente no proponemos aceptar con resignación ni dejar de intentar que aprendan…Simplemente creemos, como Pennac, que en nuestras manos hay un recurso más que valioso para tratar de” desovillar “a ese niño, niña o adolescente que tenemos frente a nosotros y que ha estado cayendo del sistema repetidas veces: Nuestro afecto, la confianza en que puede, la paciencia, el estímulo, la creencia en que nadie pasa por el sistema educativo sin crecer como persona.
La certeza de que las emociones nos atraviesan y predisponen, para bien o para mal, en todo lo que emprendemos. Siguiendo a Kaplan y Szapu, podemos agregar que “el lenguaje de las emociones nos abre a la dimensión de lo humano en nuestras relaciones sociales. Constituir lazos junto a otros es lo que dota de sentido a nuestro existir. Somos humanos precisamente porque tenemos esa necesidad de convivir, de tejer lazos, de simbolizar y de aprender. El orden escolar es principalmente vincular y afectivo. “
Hace muchos años, una excelente capacitadora docente nos decía en su clase que no existe el “ casting de alumnos”. Que cada ser que llega a nuestras aulas tiene historia y nosotros una responsabilidad hermosa.Y que las estrategias que pongamos en juego para que las y los estudiantes aprendan no serán siempre las mismas por definición.Porque cada estudiante es una oportunidad , un desafío y no un problema. Y la escuela el lugar perfecto para desplegar toda la creatividad y la empatía para evitar que esos “ malos alumnos” abandonen sus estudios.No pueden faltar las siempre oportunas palabras de Silvina Gvirtz, quien nos acerca su visión de lo que , para ella, es una buena escuela :“es donde todos los niños pueden ingresar sin ser discriminados, se gradúan en tiempo y forma, pueden continuar con éxito el nivel siguiente de enseñanza, aprenden contenidos socialmente significativos, disfrutan del conocimiento y pueden aplicarlo a nuevas situaciones.”
Desde MB les proponemos distintas maneras de manejar las emociones en la escuela y de mejorar nuestras prácticas de enseñanza y de gestión a través de autores en la Membresía Digital y Talleres a cargo de especialistas.
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