Por: Maximiliano Catalisano
El regreso a clases después de las vacaciones ofrece una excelente oportunidad para revitalizar la biblioteca escolar. Lejos de ser un espacio estático, la biblioteca puede convertirse en un punto de encuentro, de curiosidad y de impulso para nuevos proyectos. Es el momento ideal para proponer actividades que reconecten a los estudiantes con los libros, el conocimiento y la creatividad, sin que eso implique simplemente “prestar libros”. Una biblioteca que se activa al reiniciar el ciclo lectivo puede transformarse en un motor que acompaña la tarea docente, que despierta nuevos intereses y que suma a la experiencia escolar desde un lugar diferente. Esta nota propone ideas posibles, accesibles y con sentido para poner en marcha desde la biblioteca escolar durante esta etapa.
Una de las primeras propuestas que puede realizarse es la de crear un espacio de bienvenida. Organizar una mesa especial con materiales que inviten a la lectura, con carteles coloridos, nuevas adquisiciones o libros sugeridos para este tramo del año ayuda a atraer al público escolar. No hace falta contar con grandes recursos: bastan algunas selecciones temáticas, una señalética atractiva y una disposición cálida para recibir a quienes se acerquen. Este gesto simbólico funciona como señal de reactivación y comunica que la biblioteca está lista para volver a ser parte activa del recorrido escolar.
Otra idea potente es invitar a los grupos a una “reconexión lectora”. Muchos estudiantes vuelven del receso con energías dispersas o con poca motivación. La lectura compartida, especialmente si es oral, teatralizada o interactiva, puede convertirse en una puerta de entrada al clima escolar. Se pueden organizar breves momentos de lectura en voz alta, espacios de “lectura libre” sin consignas ni tareas posteriores, o incluso seleccionar cuentos o relatos cortos vinculados al invierno, a las emociones del regreso o a la imaginación. La biblioteca puede ofrecer ese tiempo de pausa significativa, sin presiones ni evaluaciones.
También puede pensarse en una propuesta de escritura que parta de la experiencia del receso. ¿Qué vivieron los chicos en las vacaciones? ¿Qué historias podrían inventar con eso? Desde la biblioteca, se puede promover un espacio de producción donde se escriban relatos breves, diarios inventados, cómics o textos poéticos inspirados en lo vivido o imaginado. Estas producciones pueden luego exhibirse en la biblioteca, en una cartelera móvil, o formar parte de un boletín escolar. El objetivo es darle valor a la palabra propia y compartirla, haciendo que la biblioteca funcione como taller, galería y punto de encuentro.
El reinicio también es un buen momento para lanzar pequeños proyectos colectivos. Por ejemplo, armar un “club de lectura” con encuentros breves durante los recreos o al finalizar la jornada. Estos clubes no tienen que ser formales ni masivos: bastan un par de lectores interesados, un espacio disponible y el deseo de leer juntos. La clave está en acompañar esos encuentros con entusiasmo, permitir que elijan qué leer y generar un espacio donde la lectura sea disfrute y no obligación. Con el correr de las semanas, estos espacios suelen crecer y sumar más participación.
Reorganizar el espacio físico de la biblioteca puede ser otra acción significativa. Mover estanterías, renovar carteles, clasificar materiales por colores o niveles de lectura, armar un rincón temático con almohadones o mantas para el frío, invitan a ver el lugar de otra forma. Incluso los estudiantes más grandes valoran cuando un espacio se transforma. Esta reorganización puede hacerse con participación del alumnado, convirtiéndola en una actividad compartida. Al involucrarlos, también se genera sentido de pertenencia.
Para los docentes, la biblioteca puede ofrecer en este momento una curaduría de materiales específica. Preparar carpetas temáticas, cajas con textos vinculados a los contenidos del trimestre, libros que dialoguen con los proyectos institucionales o propuestas de lectura por nivel ayuda a fortalecer el trabajo en el aula. La biblioteca no es solo un recurso para estudiantes: puede acompañar la planificación docente, sugerir nuevos materiales y facilitar el acceso a recursos que amplíen las propuestas pedagógicas.
El regreso también permite retomar o lanzar campañas de promoción de lectura. Pequeñas acciones como colocar frases en los pasillos, organizar desafíos lectores, repartir señaladores con citas atractivas o pedir a docentes que recomienden libros a través de cartelitos con sus fotos pueden dar movimiento a la lectura desde distintos frentes. Estas acciones, aunque parezcan simples, tienen gran impacto cuando son sostenidas. La clave es mantenerlas visibles, accesibles y abiertas a la participación de todos los miembros de la comunidad escolar.
En algunos casos, puede pensarse en articular con otras áreas o espacios institucionales. Por ejemplo, si la escuela trabaja proyectos ambientales, la biblioteca puede reunir materiales relacionados. Si hay actividades de convivencia o campañas de salud, puede ofrecer libros y revistas temáticas. Esta articulación ayuda a que la biblioteca deje de ser un lugar aislado y se transforme en parte activa de los proyectos integrales de la escuela. También refuerza el sentido pedagógico del espacio, mostrando que la lectura y el conocimiento están siempre en diálogo con la vida escolar.
Finalmente, el reinicio es una gran oportunidad para escuchar. Escuchar a quienes usan la biblioteca, preguntar qué les gustaría encontrar, qué tipo de libros les interesan, cómo imaginan el espacio. A veces, las mejores ideas surgen de esas conversaciones informales que muestran necesidades, deseos y posibilidades nuevas. El personal de biblioteca puede generar instancias para recoger esas voces y usarlas como insumo para los próximos pasos. Porque más allá de lo que se proponga desde el equipo, la biblioteca vive cuando quienes la habitan se sienten parte.