Por: Maximiliano Catalisano

Hay algo que cambió para siempre la vida de las escuelas: los mensajes ya no se esperan en un cuaderno ni aparecen solo en una reunión, ahora circulan en tiempo real, en pantallas que acompañan cada minuto del día y que transformaron la forma en que familias, docentes y estudiantes se relacionan. En medio de este ritmo acelerado, la comunicación escolar dejó de ser una tarea administrativa para convertirse en un territorio que define vínculos, resuelve dudas, genera conflictos o los evita, y construye una identidad institucional que queda expuesta al mundo entero. Entender cómo comunicarse de manera clara, responsable y cercana en tiempos de redes sociales es un desafío urgente para cualquier comunidad educativa que quiera fortalecer sus lazos sin perder su esencia.

Las redes sociales trajeron una oportunidad enorme para las escuelas. Hoy es posible mostrar proyectos, compartir logros, difundir actividades, enseñar procesos y acercar a todas las familias a la vida escolar. Un video de los chicos trabajando en el aula, una historia con un taller especial o una publicación que celebra un acto generan una sensación de cercanía que antes era difícil de alcanzar. Muchas familias sienten que pueden conocer mejor lo que ocurre en la escuela y participan con más entusiasmo cuando saben que sus hijos aparecen en actividades visibles y valoradas.

Al mismo tiempo, esta disponibilidad constante también trajo nuevos desafíos. La inmediatez puede generar malentendidos, mensajes fuera de horario, comentarios impulsivos o expectativas poco realistas. La escuela deja de ser solo un espacio físico para convertirse en un entorno que continúa abierto las 24 horas a través de pantallas que nunca descansan. En ese contexto, encontrar un equilibrio entre cercanía y límites es una necesidad.

Definir una identidad digital escolar

Una institución que comunica en redes sociales necesita tener una identidad clara. No se trata de imitar lo que hacen otras escuelas, sino de construir una presencia coherente con su proyecto institucional. ¿Qué quiere contar la escuela? ¿Qué valores desea transmitir? ¿Qué tono usar? ¿Cuáles son los temas prioritarios? Estas preguntas ordenan la producción de contenido y evitan improvisaciones que pueden generar confusiones.

La identidad digital también incluye decisiones prácticas: qué tipo de fotos se publican, cómo se resguarda la privacidad, qué autorizaciones se requieren y quién es responsable de administrar cada espacio digital. Cuando estas reglas están claras, tanto el equipo como las familias se sienten más seguras. Una publicación bien pensada no solo informa, también educa sobre cómo usar las redes con respeto y cuidado.

Además, una identidad sólida permite que las familias interpreten mejor el mensaje institucional. Comprenden que lo que se publica tiene un propósito, que responde a una mirada pedagógica y que no busca generar comparaciones internas ni disputas. La coherencia genera confianza.

Límites y acuerdos para un uso saludable

La comunicación escolar en redes sociales debe apoyarse en acuerdos que cuiden a todos los actores. Estos acuerdos sirven para ordenar horarios, moderar intercambios y definir qué tipo de mensajes deben canalizarse por vías formales. No todo debe resolverse por un chat; hay temas que requieren entrevistas, reuniones o pasos administrativos.

Los grupos de mensajería instantánea, que son tan útiles para avisos urgentes, pueden convertirse en espacios caóticos si no se establecen normas claras. Mensajes constantes fuera de horario, discusiones entre familias o pedidos que exigen respuestas inmediatas desgastan a los docentes y confunden a quienes participan. Una comunicación sana reconoce que cada persona tiene tiempos de trabajo y descanso, y que la escuela debe promover un trato respetuoso aun en espacios digitales.

Los acuerdos también permiten evitar la difusión de información sin verificar. En tiempos de redes, los rumores viajan más rápido que los mensajes oficiales. Por eso, es fundamental que la comunidad sepa dónde consultar información real y qué canales usar para resolver dudas. Cuando los acuerdos son compartidos y comprendidos, disminuyen los conflictos y aumenta la confianza.

El valor del mensaje positivo y formativo

Las redes sociales escolares no deben limitarse a informar fechas o actividades. También pueden convertirse en espacios que forman, inspiran y generan comunidad. Un mensaje que destaque un logro colectivo, que muestre a los estudiantes trabajando en un proyecto significativo o que cuente una experiencia pedagógica abre puertas a conversaciones más profundas sobre el sentido de la escuela.

Del mismo modo, publicar contenidos que promuevan valores, convivencia y participación ayuda a moldear una cultura escolar más fuerte. Mostrar el día a día con transparencia y calidez humaniza a la institución. Además, esto permite contrarrestar la visión reducida que a veces circula en redes, donde solo se destacan conflictos o problemas. Una presencia digital equilibrada presenta un retrato completo de la vida escolar, con sus desafíos y sus logros.

También es valioso que la escuela enseñe a sus estudiantes a reflexionar sobre lo que ven y comparten en redes. La alfabetización digital no es solo una habilidad informática: es parte de la formación integral. Trabajar sobre el pensamiento crítico, el respeto y el cuidado en redes contribuye a que los estudiantes adopten prácticas responsables dentro y fuera de la escuela.

Comunicación cercana sin perder la profesionalidad

Uno de los puntos más sensibles de la comunicación escolar en redes sociales es encontrar el tono adecuado. La cercanía es importante, pero la informalidad excesiva puede generar confusiones. La escuela debe sostener un estilo amable pero profesional, respetuoso pero accesible, cálido, pero claro en sus límites. El equilibrio está en transmitir humanidad sin perder la referencia institucional.

Esto implica cuidar la redacción, revisar las publicaciones, utilizar un lenguaje apropiado y evitar comentarios impulsivos. La presencia digital de la escuela no es la presencia de una persona; es la voz de toda una comunidad. Cada mensaje circula más allá del círculo escolar y puede ser visto por personas ajenas, por lo que requiere responsabilidad.

Cuando la institución logra comunicar con coherencia, las familias se sienten más acompañadas, comprenden mejor las decisiones y participan de manera más constructiva. La profesionalidad no aleja: suma confianza.

Redes sociales como puente y no como barrera

El gran desafío de la comunicación escolar hoy es que las redes funcionen como un puente y no como un obstáculo. Un puente que conecte, que genere cercanía, que brinde información útil y que abra espacios de diálogo respetuoso. Un puente que muestre la vida escolar desde adentro y permita que todos sientan que forman parte. Pero ese puente solo se mantiene firme cuando se construye con claridad, límites y una identidad institucional sólida.

Las redes no deben reemplazar la conversación presencial ni la escucha profunda. Son una herramienta más dentro de una construcción más amplia: la relación entre escuela y familias. Cuando se las usa con responsabilidad, pueden convertirse en un recurso poderoso que fortalece la comunidad educativa y mejora la experiencia de todos sus integrantes.