Por: Maximiliano Catalisano

Desde pequeños, los niños exploran el mundo a través del arte. Dibujo, música, teatro y danza no solo son formas de expresión, sino también caminos para comprender el entorno, comunicarse y desarrollar habilidades esenciales. Sin embargo, con frecuencia, estas actividades quedan relegadas a un segundo plano en la educación, consideradas más como entretenimiento que como un pilar del aprendizaje.

El arte potencia la creatividad y la imaginación, permitiendo que los niños encuentren soluciones originales a los problemas. También fortalece la concentración y la memoria, especialmente cuando participan en actividades como la música, donde deben seguir ritmos y secuencias.

A nivel emocional, es una vía de expresión invaluable. Muchas veces, los niños no tienen las palabras para describir lo que sienten, pero pueden hacerlo a través de un dibujo o una canción. Esto los ayuda a gestionar sus emociones y a construir confianza en sí mismos.

Las experiencias artísticas también fomentan la socialización. Trabajar en equipo en una obra de teatro o en un mural les enseña a escuchar, respetar ideas y colaborar. Además, el arte permite comprender diferentes culturas e historias, ampliando la visión del mundo desde edades tempranas.

Incorporar el arte en la educación no significa solo tener una hora de plástica a la semana. Significa integrarlo en todas las áreas del aprendizaje, utilizando la música para enseñar matemáticas, el teatro para mejorar la expresión oral o la pintura para explorar la ciencia.

Más que una actividad complementaria, el arte es un elemento clave en el desarrollo infantil. Darle un lugar central en la educación no solo enriquece la formación de los niños, sino que también les brinda herramientas para crecer como personas creativas, sensibles y con pensamiento crítico.