Por: Maximiliano Catalisano

Acceso a la Educación Superior y Desigualdades Socioeconómicas: Becas, Trayectorias Posibles y Cómo Reducir el Abandono

Ingresar a la educación superior sigue siendo una de las decisiones más importantes para jóvenes y adultos que buscan transformar su presente y abrir nuevas oportunidades laborales. Sin embargo, para miles de estudiantes, especialmente aquellos provenientes de hogares con bajos ingresos, este camino aparece lleno de obstáculos: costos de transporte, materiales, conectividad, alquileres, responsabilidades familiares, falta de acompañamiento académico y, en muchos casos, la urgente necesidad de trabajar. Cuando todos estos factores se acumulan, la universidad o el instituto dejan de ser una opción concreta y pasan a convertirse en un deseo postergado. Por eso, comprender qué barreras existen, qué estrategias pueden reducirlas y qué tipo de becas o programas resultan realmente útiles se vuelve imprescindible para garantizar trayectorias estables y oportunidades reales para quienes más lo necesitan.

Uno de los principales problemas que enfrentan los estudiantes es la brecha socioeconómica que se manifiesta desde el mismo momento de decidir si continuar o no los estudios superiores. Las familias con ingresos limitados suelen priorizar la inserción laboral temprana, ya que la urgencia económica desplaza la formación académica a un segundo plano. Esta situación genera decisiones marcadas por la necesidad inmediata antes que por la planificación de un proyecto de largo plazo. Así, miles de jóvenes abandonan la posibilidad de acceder a una carrera, aun cuando cuentan con talento y motivación para estudiar.

A esta realidad se suman los costos cotidianos que implican sostener la vida universitaria. No se trata únicamente de inscripciones o materiales: transporte, fotocopias, acceso a bibliografía, conectividad para cursadas virtuales, comedores o alquileres representan gastos que muchas familias no pueden asumir. En regiones donde las instituciones de educación superior están concentradas en grandes ciudades, la distancia se convierte en un problema doble: económico y logístico. La falta de transporte público regular, los extensos tiempos de viaje o los costos elevados para trasladarse diariamente pueden desalentar incluso a los estudiantes más comprometidos.

El acompañamiento académico también es un factor determinante. Muchos ingresantes llegan desde escuelas que no lograron prepararlos adecuadamente para el ritmo, la lectura académica o los métodos de estudio que exige la educación superior. Esto deriva en un shock inicial que afecta la confianza y aumenta el riesgo de abandono durante los primeros meses. La dificultad no es falta de capacidad; es falta de herramientas, de orientación y de un puente que conecte el mundo escolar con las exigencias del nivel superior.

Ante este panorama, las becas se vuelven un elemento esencial. Sin embargo, no todas las becas tienen el mismo impacto. Mientras algunas solo cubren aranceles, otras incluyen apoyo económico mensual, acceso a tecnología, transporte o tutorías. Las becas que ofrecen acompañamiento integral son las que muestran mejores resultados, porque permiten sostener la continuidad académica en la práctica cotidiana. Un apoyo económico estable facilita el estudio y reduce la necesidad de trabajar extensas jornadas que terminan afectando la asistencia y el rendimiento.

Los programas de tutorías también juegan un rol fundamental. Las tutorías académicas, disciplinares o de adaptación institucional permiten que el estudiante cuente con una guía cercana que explique procedimientos, estrategias de estudio o pautas administrativas. Esto resulta especialmente importante para quienes son primera generación universitaria y no cuentan con referentes familiares que puedan orientarlos. Una tutoría eficiente puede marcar la diferencia entre sostener una cursada o abandonar ante las primeras dificultades.

Otro factor clave es la flexibilización en la organización de los estudios. Los planes de carrera con horarios rígidos, cursadas exclusivamente presenciales o estructuras académicas tradicionales pueden excluir, sin intención, a quienes necesitan combinar estudio y trabajo. En cambio, la ampliación de modalidades mixtas, la creación de horarios alternativos y la posibilidad de rendir exámenes acompañados por recursos digitales permiten que más estudiantes logren sostener su trayectoria sin renunciar a sus responsabilidades laborales o familiares.

La articulación entre instituciones de educación superior y gobiernos también es indispensable para generar soluciones reales. Programas de transporte subsidiado, acuerdos con municipios para facilitar alojamiento estudiantil o creación de centros regionales de apoyo son medidas que reducen barreras sin requerir grandes inversiones. En algunas regiones, la instalación de sedes universitarias satélites o aulas móviles ha permitido que estudiantes de zonas rurales o periurbanas accedan a carreras antes inaccesibles. Estas iniciativas muestran que muchas veces la clave no está en grandes reformas, sino en mejorar condiciones concretas que impactan de manera directa en la vida cotidiana.

La contención socioemocional merece atención especial. Situaciones de estrés, ansiedad o falta de apoyo familiar afectan directamente la continuidad educativa. Los estudiantes que atraviesan dificultades económicas suelen vivir grandes presiones asociadas al rendimiento académico, ya que sienten la obligación de justificar cada esfuerzo. Disponer de equipos que brinden acompañamiento psicológico, orientación institucional y espacios de escucha mejora significativamente la permanencia.

La relación entre trayectorias escolares previas y acceso a la educación superior también debe ser considerada. Estudiantes que llegan con vacíos en áreas como lectura, escritura o razonamiento matemático suelen enfrentar un ingreso desafiante. La creación de cursos propedéuticos o de nivelación diseñados desde un enfoque práctico, con actividades concretas y acompañamiento cercano, permite nivelar oportunidades sin estigmatizar. El objetivo no es señalar carencias, sino ofrecer herramientas para avanzar.

Finalmente, es importante repensar cómo se comunican y difunden las oportunidades de becas y programas de ayuda. Muchas veces, quienes más las necesitan no acceden porque desconocen su existencia o porque los procesos de inscripción son complejos. Formularios simples, campañas orientadas a escuelas secundarias y acompañamiento durante la postulación facilitan el acceso y aumentan el alcance de los programas. La comunicación clara es una herramienta tan importante como el financiamiento.

Garantizar el acceso a la educación superior implica un compromiso profundo con la construcción de trayectorias posibles. No se trata solo de abrir puertas, sino de acompañar a los estudiantes durante todo el recorrido, ofreciendo condiciones materiales y emocionales que permitan sostener el esfuerzo. La educación superior continúa siendo uno de los principales motores para mejorar empleabilidad, oportunidades y calidad de vida. Por eso, reducir las barreras socioeconómicas no es únicamente una decisión académica, sino una apuesta estratégica que impacta directamente en el futuro de miles de jóvenes que merecen estudiar sin que la falta de recursos económicos determine su destino.