Por: Maximiliano Catalisano
Volver a casa después de la escuela no debería significar desconectarse por completo del aprendizaje. Las rutinas de estudio en el hogar no son una extensión interminable del horario escolar, sino una oportunidad para consolidar hábitos, reforzar contenidos y, sobre todo, dar lugar a la autonomía. Muchos estudiantes logran avanzar cuando encuentran en su casa un espacio previsible, tranquilo y organizado para estudiar, leer, repasar o hacer tareas. Cuando esto falta, el aprendizaje tiende a ser más intermitente, más forzado, más desordenado.
Las rutinas de estudio no necesitan ser rígidas ni extensas. Lo más importante es que se sostengan en el tiempo, que respeten la realidad de cada familia y que estén adaptadas a la edad de cada estudiante. Un niño pequeño no podrá sostener períodos largos de concentración, pero sí puede beneficiarse de momentos breves, con acompañamiento adulto, donde aprenda a organizar sus materiales, repase lo visto en clase o lea por placer. En los adolescentes, el desafío suele estar en lograr que se apropien del tiempo de estudio sin sentirlo como una imposición.
El entorno en el que se estudia también tiene un peso significativo. No se trata de tener un escritorio perfecto, sino de contar con un lugar, por pequeño que sea, donde el estudiante pueda concentrarse sin interrupciones. La previsibilidad horaria, el acompañamiento afectivo y la claridad en las expectativas familiares hacen que el momento de estudio no sea caótico ni improvisado. Estudiar todos los días a la misma hora, aunque sea poco tiempo, puede generar una base sólida sobre la cual construir el hábito.
Las familias no necesitan ser expertas para acompañar. A veces, lo más valioso es sentarse al lado, preguntar cómo estuvo el día, revisar la agenda, ayudar a planificar lo que se hará al día siguiente. Dar valor a esos momentos, ofrecer reconocimiento por el esfuerzo, evitar comparaciones y celebrar los pequeños logros hace que la rutina no se viva como una obligación pesada, sino como parte natural de la vida cotidiana. La constancia en casa también enseña a sostener procesos, a postergar gratificaciones y a asumir responsabilidades. En definitiva, enseña a aprender.