Por: Maximiliano Catalisano

Volver a la rutina después de un receso escolar suele generar una mezcla de emociones en cualquier docente. Por un lado, el descanso trae energía renovada y nuevas ideas; por otro, la realidad del calendario escolar, los contenidos pendientes y la convivencia institucional puede parecer abrumadora. La sensación de tener que “ponerse al día” rápidamente puede nublar la mirada pedagógica que sostiene cada decisión en el aula. Por eso, planificar con flexibilidad no es solo una elección metodológica: es una forma de cuidar el vínculo con los estudiantes, de atender los tiempos reales del grupo, y de sostener un trabajo docente con sentido. Esta nota busca ayudarte a pensar estrategias concretas para volver a planificar sin frustraciones ni rigideces, priorizando lo verdaderamente importante y sin perder de vista la particularidad de cada grupo.

Volver no es empezar de cero

El regreso de las vacaciones no implica tirar todo lo construido y comenzar desde una hoja en blanco. Aunque los días de descanso cambien los ritmos y ciertas rutinas se enfríen, lo trabajado hasta el momento sigue estando presente en los estudiantes, incluso si aparece de formas inesperadas. En lugar de pensar en una “puesta en marcha” desde cero, es mejor hablar de “reconexión progresiva”. Eso significa volver a mirar las planificaciones previas, revisar qué objetivos fueron alcanzados, cuáles quedaron abiertos, y cuáles podrían resignificarse con nuevos enfoques. La planificación flexible parte de la escucha: escuchar al grupo, observar los climas, y detectar lo que el aula necesita antes de insistir con lo que “hay que dar”.

Dar lugar a la pausa

Muchas veces, el impulso por recuperar el tiempo “perdido” lleva a recargar los primeros días con actividades exigentes o evaluaciones inmediatas. Sin embargo, uno de los aspectos más valiosos de una planificación flexible es permitir un momento de pausa inicial. En ese tiempo, el docente puede recuperar vínculos, relevar intereses, invitar a compartir cómo vivieron el receso y explorar el estado emocional del grupo. Lejos de “gastar tiempo”, esto fortalece la base sobre la que se construirá el nuevo tramo del año. Una pausa no es sinónimo de ocio pasivo, sino de disponibilidad para reordenar prioridades, para ajustar los enfoques didácticos y para reconfigurar acuerdos de convivencia que vuelvan a dar sentido al trabajo conjunto.

Detectar lo que sí funcionó

En vez de volver con la presión de aplicar “todo lo nuevo”, es útil revisar lo que ya funcionó antes del receso. Estrategias que favorecieron el trabajo grupal, consignas que generaron motivación, temas que despertaron interés o dinámicas que fortalecieron la autonomía son elementos que pueden retomarse como puntos de apoyo. La planificación no tiene por qué renovarse por completo cada vez que el calendario avanza. Ser flexible también implica reconocer lo valioso de lo anterior y darle continuidad con ajustes. A veces, la mejor planificación post-vacaciones es la que se apoya en una base conocida para abrir nuevas puertas sin forzar ritmos ajenos.

Incluir al grupo en la planificación

Una estrategia poderosa para diseñar una vuelta significativa es sumar a los estudiantes en las decisiones. Preguntar qué les gustaría retomar, qué temas recuerdan con interés, qué actividades disfrutan más o cuáles les gustaría modificar. Esta participación no implica ceder el rumbo del diseño didáctico, sino habilitar la palabra del grupo como parte de la construcción pedagógica. Cuando los estudiantes se sienten tenidos en cuenta, la predisposición al aprendizaje mejora notablemente. Esta escucha puede organizarse de manera sencilla: desde encuestas informales hasta lluvias de ideas en el aula, o incluso mediante espacios breves de diálogo donde se habilite el intercambio genuino.

Reorganizar no es improvisar

Flexibilizar la planificación no significa dejar de planificar. Todo lo contrario. Implica anticiparse a posibles escenarios diversos, y contar con márgenes para adaptar actividades, tiempos y estrategias según la realidad del grupo. Una buena planificación flexible contempla tramos abiertos, objetivos posibles de modificar y actividades con más de una alternativa de abordaje. Por ejemplo, si se prevé trabajar con textos, se puede tener una variedad disponible que permita adecuar el nivel de dificultad sin alterar el propósito de la clase. Si se proyecta una secuencia didáctica, es recomendable prever evaluaciones formativas que permitan reorganizar pasos según los avances del grupo. La clave está en pensar con anticipación sin aferrarse a un único camino.

El valor del registro

Durante las primeras semanas luego del receso, llevar un registro reflexivo puede marcar una gran diferencia. Anotar qué funcionó, qué despertó interés, qué dificultades aparecieron o qué tiempos fueron necesarios permite ajustar la planificación con mayor precisión. Este registro puede adoptar distintas formas: un cuaderno de notas personales, planillas compartidas con colegas o simples anotaciones al final del día. Lo importante es que sea una herramienta viva, no burocrática, que te ayude a mirar lo que pasa con atención y a decidir sin apresuramientos. Cuando la mirada se entrena para observar procesos, la planificación deja de ser un peso y se transforma en una guía flexible.

Trabajar en equipo para evitar el desborde

Volver de las vacaciones no solo implica desafíos individuales. Muchas veces, los docentes sienten que deben “salvar” el año solos. Pero una de las estrategias más sanas al momento de reorganizar la planificación es compartirlo con colegas. Conversar sobre lo que se espera del trimestre, revisar acuerdos institucionales, intercambiar secuencias posibles o combinar propuestas interdisciplinarias puede reducir notablemente la carga individual. Además, trabajar de forma articulada permite detectar necesidades comunes en el grupo y responder con mayor coherencia. La planificación compartida no exige uniformidad, sino diálogo. Y ese diálogo también es una forma de cuidarse entre adultos.

Cerrar sin apurarse

Aunque en muchos casos el regreso de las vacaciones coincide con la recta final del ciclo lectivo o con tramos de evaluación, es importante resistir la tentación de acelerar todo. La planificación flexible no pierde de vista los objetivos, pero los organiza con sentido. Cerrar el año o un trimestre no tiene por qué ser sinónimo de correr. Al contrario, puede ser la oportunidad para consolidar aprendizajes, reforzar procesos iniciados, y terminar con calma. Las mejores planificaciones no son las que terminan “con todo dado”, sino aquellas que logran que lo trabajado quede vinculado, comprendido y apropiado por los estudiantes.

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