Por: Maximiliano Catalisano
El regreso a clases después del receso implica mucho más que abrir las puertas del aula. El clima escolar se reorganiza, los estudiantes regresan con distintas vivencias y energías, y la rutina vuelve a instalarse lentamente. Dentro de esa transición, un aspecto muchas veces subestimado es el registro de asistencias. Puede parecer un trámite más, algo mecánico, pero en realidad es una herramienta valiosa para observar procesos, anticipar situaciones y tomar decisiones acertadas. Registrar adecuadamente las asistencias en el reinicio del ciclo escolar no solo ayuda a ordenar lo administrativo, también ofrece información clave sobre lo que está pasando con los grupos, las trayectorias de los estudiantes y las posibles alertas que merecen atención.
Las ausencias en los primeros días después de un receso pueden dar señales importantes. No todas se deben al simple desajuste del ritmo. En muchos casos, se relacionan con factores que exceden lo escolar: cambios familiares, mudanzas, situaciones de salud, contextos económicos difíciles o conflictos escolares no resueltos. Por eso, llevar un registro cuidadoso no significa solo marcar presentes y ausentes, sino mirar con atención cada nombre que falta y preguntarse por qué. Esa mirada también requiere sensibilidad institucional: no se trata de fiscalizar, sino de acompañar. Anotar, comunicar y actuar en consecuencia forma parte de una lógica de cuidado que sostiene las trayectorias escolares.
Detectar patrones es una tarea fundamental. Si las ausencias se concentran en determinados cursos, franjas horarias o tipos de estudiantes, es momento de revisar lo que está pasando. ¿Los estudiantes de primer año tienen más ausencias? ¿Las entradas en el turno mañana se complican más que en el vespertino? ¿La reincorporación después de vacaciones se vuelve más lenta en ciertos niveles? Todas esas preguntas surgen de un registro que no se limita a un casillero en una planilla, sino que se analiza, se conversa y se cruza con otras miradas del equipo escolar.
El reinicio es también una oportunidad para ajustar los mecanismos de carga. Si el registro se hace digital, hay que asegurarse de que las plataformas estén activas, sincronizadas y comprendidas por todo el equipo. Si se hace en soporte papel, es fundamental que el traspaso posterior se haga sin errores y en tiempo. En este punto, el rol del personal administrativo es clave: un registro claro, ordenado y actualizado evita confusiones, facilita la comunicación con las familias y garantiza una gestión más ágil frente a situaciones específicas como inasistencias reiteradas o licencias especiales. El trabajo articulado entre docentes, preceptores y secretarías escolares permite que la información fluya y se transforme en acción.
Volver de las vacaciones también exige revisar las pautas de justificación. No todos los estudiantes conocen bien los canales y formas para justificar una inasistencia. A veces, los adultos damos por sabidas ciertas cosas, pero vale la pena detenerse y volver a explicarlas: cómo justificar, cuándo, con qué documentación y ante quién. Además, es importante recordar que muchas veces las familias tienen dificultades para acceder a certificados médicos o no manejan con claridad los tiempos escolares. Un registro atento tiene que ir acompañado de una actitud institucional abierta al diálogo, que contemple distintas realidades sin dejar de promover la presencia como parte esencial del derecho a la educación.
El seguimiento de los casos particulares es otro aspecto que hace la diferencia. Cuando una o un estudiante no regresa luego de las vacaciones, lo primero es registrar, lo segundo es comunicar, y lo tercero es actuar. Eso puede implicar desde un llamado telefónico hasta una visita domiciliaria, pasando por el contacto con servicios de orientación escolar o programas de acompañamiento. Pero nada de eso es posible si no se parte de un registro inicial claro y sistemático. Cada ausencia tiene una historia detrás, y si no se detecta a tiempo, puede convertirse en abandono o desvinculación.
Además, en el reinicio conviene revisar la articulación entre el registro de asistencias y otras dimensiones pedagógicas. Un estudiante que falta reiteradamente necesita ser pensado en relación con sus aprendizajes, su participación, su pertenencia al grupo. El registro no puede quedar encapsulado en la dimensión administrativa: debe ser parte del diagnóstico institucional. En este sentido, compartir los datos en espacios de reunión docente o de coordinación permite complejizar la lectura. No se trata de buscar culpables ni de aplicar sanciones, sino de construir estrategias colectivas para acompañar cada situación.
También es importante aprovechar este momento para fortalecer la conciencia de asistencia en los grupos. Hablar en clase sobre la importancia de estar presentes, de compartir, de formar parte del aula todos los días es parte del trabajo pedagógico. Algunos estudiantes, especialmente después de vacaciones, pueden desestimar la relevancia de asistir. Recuperar ese sentido desde un enfoque cercano y empático puede marcar un cambio. No alcanza con pasar lista: hay que construir la idea de que estar en la escuela importa, no solo por los contenidos, sino por la experiencia de ser parte.
El registro adecuado de asistencias en el reinicio, entonces, no se reduce a una obligación administrativa. Es una herramienta poderosa para acompañar, prevenir, ysobre todo, construir continuidad en los procesos escolares. Una institución que mira con atención las presencias y ausencias desde el primer día posterior al receso está demostrando que le importa cada estudiante, no como número, sino como sujeto de derecho y como parte de una comunidad.