Por: Maximiliano Catalisano
Una buena pregunta puede abrir puertas al pensamiento, encender la curiosidad y transformar una clase rutinaria en una experiencia con sentido. Formular preguntas que despierten la indagación no es un acto al azar, sino una práctica que se entrena y se afina. El secreto está en dejar de buscar respuestas rápidas para empezar a provocar más preguntas, más ganas de saber, más implicación del estudiante con el conocimiento.
No se trata de acumular interrogantes en voz alta, sino de diseñar preguntas que inviten a pensar, imaginar, conectar ideas, defender posturas o resolver situaciones reales. Las preguntas abiertas, por ejemplo, generan más participación que aquellas que sólo admiten un “sí” o un “no”. Preguntar “¿Qué otras formas habría de resolverlo?” tiene un impacto muy distinto a “¿Esto está bien o mal?”. La primera amplía el campo de exploración, mientras que la segunda lo cierra.
También es importante considerar el momento y la intención de la pregunta. Algunas pueden iniciar una clase, otras pueden servir para profundizar un contenido o revisar lo aprendido. Existen preguntas que funcionan como disparadores creativos, y otras que ayudan a ordenar el pensamiento. Incluso hay preguntas que enseñan a dudar, algo fundamental en tiempos donde la información circula sin filtros.
El arte de preguntar también se vincula con la escucha. No alcanza con lanzar una buena pregunta si luego no se habilita el tiempo, el espacio y el clima para que las respuestas emerjan. A veces los estudiantes necesitan ensayar, equivocarse o intercambiar ideas antes de poder responder con seguridad. Eso también forma parte del proceso de aprendizaje y merece ser acompañado.
Incorporar rutinas de pensamiento, usar juegos de preguntas, incluir herramientas digitales o trabajar con preguntas visuales pueden ser caminos para enriquecer esta práctica. Lo importante es no conformarse con lo primero que aparece. Preguntar bien lleva tiempo, pero sus resultados valen la pena. Una pregunta bien formulada puede cambiar la mirada sobre un tema y, muchas veces, también sobre uno mismo.