Por: Maximiliano Catalisano

El juego libre es un tesoro de la infancia que muchas veces se pierde entre agendas llenas de actividades, horarios apurados y rutinas estructuradas. Sin embargo, cuando en casa se crean espacios para que los chicos jueguen de forma espontánea, imaginativa y sin presiones, se fortalecen aspectos importantes de su desarrollo emocional, social y creativo. Las dinámicas familiares que favorecen el juego libre no solo cuidan la infancia, sino que también fortalecen los vínculos y generan recuerdos que quedan para siempre.

El juego libre no requiere juguetes caros ni espacios amplios, sino tiempo, disponibilidad y la disposición de los adultos a permitir que los chicos exploren sus propios intereses. Permitir que elijan a qué jugar, con qué materiales y durante cuánto tiempo les da la oportunidad de desarrollar autonomía, tomar decisiones y resolver conflictos mientras disfrutan del momento.

Una forma de favorecer el juego libre es reducir el uso de pantallas en los momentos de descanso. Muchas veces, cuando se retiran los dispositivos, aparece el aburrimiento, que no es un enemigo, sino una puerta de entrada a la creatividad. Cuando los chicos se aburren, comienzan a buscar alternativas: construyen casas con sábanas, inventan historias con muñecos, dibujan, crean circuitos de carreras o disfrutan de juegos al aire libre. El aburrimiento se transforma en una oportunidad para la exploración si los adultos acompañan con paciencia.

Otra dinámica que ayuda a fomentar el juego libre es ofrecer materiales abiertos, como cajas, telas, cartones, elementos de la naturaleza o bloques. Estos materiales no tienen un uso definido, por lo que invitan a los chicos a crear sus propios juegos, a imaginar escenarios y a combinar elementos de formas nuevas. Los materiales abiertos se adaptan a diferentes edades y fomentan la creatividad sin imponer límites.

El tiempo compartido en familia también favorece el juego libre. Dedicar momentos del día para jugar con los chicos, sin prisa y sin estructuras rígidas, les da la seguridad de que el juego es valorado en casa. Los adultos pueden sumarse como participantes, pero también como observadores que acompañan sin intervenir, dejando que los chicos organicen sus propios juegos y reglas.

El espacio físico, aunque sea pequeño, puede prepararse para que invite al juego. Dejar un rincón de la casa con almohadones, cajas con materiales, libros o elementos de disfraces permite que los chicos accedan de forma sencilla a lo que necesitan para jugar. Los espacios organizados de forma accesible fomentan la autonomía y el deseo de jugar de forma espontánea.

Salir al aire libre es una de las dinámicas familiares más valiosas para el juego libre. Ir a la plaza, a un parque o al patio permite que los chicos corran, trepen, se conecten con la naturaleza y se encuentren con otros para jugar. Los juegos al aire libre favorecen el movimiento, la exploración y la socialización, aportando bienestar físico y emocional.

Favorecer el juego libre en casa implica también respetar los tiempos de los chicos. A veces, los adultos interrumpen los juegos con propuestas u horarios que rompen el momento de concentración y disfrute. Siempre que sea posible, es importante permitir que los chicos terminen sus juegos, que organicen sus tiempos y que puedan volver a sus actividades sin sentirse apurados.

El juego libre no es tiempo perdido, sino tiempo de calidad. En el juego, los chicos procesan emociones, recrean situaciones que viven, practican habilidades sociales, desarrollan su lenguaje y fortalecen la creatividad. Cada juego es un espacio de aprendizaje natural, donde el disfrute se combina con la exploración de nuevas ideas y con la resolución de pequeños desafíos.

Las familias cumplen un rol fundamental en la valoración del juego libre. Cuando los adultos reconocen su importancia, se animan a dejar espacios sin agendas y a confiar en que sus hijos sabrán qué hacer con ese tiempo. Este cambio de mirada alivia las rutinas, genera momentos de disfrute compartido y aporta bienestar a todos los integrantes del hogar.

El juego libre en la infancia sienta bases para una vida con mayor creatividad, autonomía y salud emocional. Al abrir espacios en casa para este tipo de juego, las familias están cuidando la infancia y construyendo un ambiente que favorece la alegría, la curiosidad y el desarrollo integral de los chicos.