Por: Maximiliano Catalisano
Cuando un estudiante se enfrenta a la consigna de redactar un ensayo argumentativo, suele sentirse intimidado. El papel en blanco, las ideas desordenadas y el temor a no cumplir con la estructura generan dudas, incluso en los más entusiastas. Pero redactar un buen ensayo no es cuestión de inspiración repentina, sino de organización, práctica y una guía clara que acompañe cada paso del proceso. Con la estructura adecuada, escribir un ensayo argumentativo puede convertirse en una experiencia enriquecedora y poderosa.
El ensayo argumentativo es un tipo de texto que busca defender una postura frente a un tema determinado. A diferencia de una simple opinión, aquí se necesita justificar las ideas con argumentos sólidos, evidencias y razonamientos coherentes. El objetivo no es solo expresar lo que uno piensa, sino convencer al lector con una construcción lógica y bien sustentada.
Para que esto funcione, la estructura del ensayo argumentativo es fundamental. Un buen ensayo se apoya en tres pilares: introducción, desarrollo y conclusión. Aunque parezca simple, cada una de estas partes cumple un rol estratégico y debe construirse con cuidado.
La introducción debe captar la atención desde el inicio. Una frase llamativa, una pregunta provocadora o una situación cotidiana pueden servir para invitar al lector a seguir leyendo. Luego, hay que presentar el tema que se abordará y, sobre todo, dejar en claro la tesis, es decir, la idea principal que se va a defender durante todo el texto. Esta afirmación debe ser clara, concreta y debatible.
En el desarrollo, se presentan los argumentos que sostienen la tesis. Lo ideal es organizar los párrafos de manera que cada uno exponga un argumento distinto. Un buen argumento debe incluir una afirmación, una justificación y, si es posible, un ejemplo o evidencia. Puede basarse en datos, citas, experiencias, comparaciones o consecuencias. Es importante evitar las repeticiones y asegurarse de que todo lo que se diga esté conectado con la tesis principal.
Una estrategia útil en esta etapa es anticipar posibles contraargumentos. Mencionar brevemente una postura opuesta y refutarla con argumentos sólidos demuestra profundidad en el análisis y fortalece la posición del autor. No se trata de atacar al que piensa distinto, sino de mostrar por qué la postura elegida resulta más convincente.
La conclusión no debe limitarse a repetir lo ya dicho. Es el momento de cerrar el texto con una síntesis clara, reafirmar la tesis con nuevas palabras y, si se quiere, dejar una reflexión final que invite a pensar o actuar. Esta parte le da al texto el tono final que el lector recordará.
Para visualizar cómo aplicar esta estructura, veamos un ejemplo. Supongamos que el tema elegido es: “¿Deben los adolescentes tener un uso libre de redes sociales?”. La tesis podría ser: “El uso libre y sin supervisión de redes sociales en adolescentes puede generar consecuencias negativas en su desarrollo emocional y social”.
En la introducción, se puede empezar con una situación habitual: “Es común ver adolescentes que pasan horas frente al celular, publicando, comentando o simplemente deslizando el dedo por la pantalla sin parar. ¿Qué efectos tiene esto en su vida diaria?”. Luego se presenta el tema y se incluye la tesis.
En el desarrollo, se plantean distintos argumentos. Uno podría señalar cómo las redes sociales pueden afectar la autoestima, otro cómo interfieren en la concentración y el rendimiento escolar, y un tercero cómo influyen en las relaciones interpersonales reales. Cada uno se desarrolla en un párrafo distinto con ejemplos y justificaciones. También se puede mencionar la idea de que las redes permiten estar conectados y acceder a información, pero contraponerla con la idea de que no todo el contenido es saludable ni adecuado.
La conclusión retoma la idea de la tesis y puede cerrarse con una propuesta: fomentar un uso acompañado, responsable y consciente de las redes, en lugar de una prohibición tajante.
Un ensayo argumentativo no tiene que ser largo para ser potente. Lo importante es que esté bien pensado, que las ideas se conecten con claridad y que la argumentación tenga consistencia. No se trata de escribir “más”, sino de escribir “mejor”.
Al escribir este tipo de textos, es clave revisar varias veces. Una primera versión suele tener errores, ideas sin conectar o frases poco claras. Releer, reorganizar y corregir es parte del proceso. A veces, leerlo en voz alta ayuda a detectar repeticiones o inconsistencias. También es útil pedir a otra persona que lo lea y dé una opinión.
Por último, es importante recordar que el ensayo argumentativo es una herramienta poderosa. Permite expresar ideas con profundidad, desarrollar pensamiento crítico y participar de los grandes debates sociales desde una mirada propia. Enseñar a escribirlo, tanto en la escuela como en espacios de formación superior, es abrir una puerta al análisis, al diálogo y a la construcción de una voz propia que no se conforme con repetir, sino que busca comprender y transformar.