Por: Maximiliano Catalisano

Aprender las tablas de multiplicar no tiene por qué ser una tarea repetitiva y aburrida. Por el contrario, puede convertirse en una experiencia que despierte la curiosidad y motive a los estudiantes a avanzar en su dominio de las matemáticas. Todo depende del enfoque que se adopte y de los recursos que se utilicen para acompañar el proceso. Hoy más que nunca, existen herramientas y metodologías que permiten combinar el juego, el movimiento, la música y la tecnología para lograr aprendizajes significativos y duraderos. No se trata de reemplazar lo que ya funciona, sino de sumar estrategias que respeten los distintos ritmos de aprendizaje y mantengan encendida la chispa del interés.

Las tablas de multiplicar son una de las bases fundamentales del conocimiento matemático en la escuela primaria. Dominarlas no solo permite realizar operaciones con mayor seguridad, sino que también facilita el avance hacia otros contenidos como la división, el cálculo mental o la resolución de problemas. Sin embargo, muchas veces su enseñanza queda reducida a la memorización mecánica, sin conexión con el sentido o el uso real de las matemáticas. Cuando eso ocurre, es habitual que los estudiantes pierdan la motivación, se frustren o se sientan inseguros frente a los números. Por eso, vale la pena preguntarse cómo hacer que esta etapa del aprendizaje sea más atractiva y accesible para todos.

Una de las claves está en presentar las tablas como un desafío progresivo y no como una exigencia inmediata. Dividir el proceso en etapas, ofreciendo apoyos visuales, auditivos y kinestésicos, puede marcar una gran diferencia. El uso de canciones con ritmo pegadizo ayuda a fijar las secuencias sin esfuerzo. Existen muchas versiones en plataformas como YouTube que convierten las tablas en pequeños hits que los estudiantes tararean sin darse cuenta. Además, el componente musical despierta emociones positivas, lo que favorece la atención y la memoria.

Otro recurso que suele dar buenos resultados es el uso del cuerpo y el movimiento. Propuestas como juegos de cartas, dados, recorridos en el aula, competencias en equipos o dinámicas con pelotas permiten practicar las tablas en contextos lúdicos que reducen la ansiedad. La clave está en crear situaciones en las que los errores no sean penalizados, sino parte del aprendizaje. Cuando los estudiantes se sienten seguros para probar, repiten sin darse cuenta, y con ello fortalecen su confianza y su agilidad mental.

El apoyo visual también cumple un rol importante. Carteles coloridos, posters con diseños atractivos, fichas individuales o diagramas de multiplicación pueden actuar como andamiajes temporales hasta que el contenido se incorpore con naturalidad. Las pizarras interactivas y los juegos digitales aportan una dimensión más al trabajo, especialmente cuando se combinan con desafíos individuales o colectivos, recompensas simbólicas o niveles de dificultad.

Dentro de las opciones digitales, hay apps que funcionan como verdaderos entrenadores personalizados. Aplicaciones como “Tabla de multiplicar para niños”, “Monster Math” o “Math Fight” proponen desafíos adaptados al ritmo de cada estudiante, incorporan narrativas de aventuras o competencias amistosas y ofrecen retroalimentación inmediata. Estas plataformas permiten que el estudiante avance a su propio ritmo y registre sus logros, generando una relación más positiva con los números.

Más allá de las herramientas, hay algo que no debe perderse de vista: el sentido del para qué. Relacionar las tablas con situaciones de la vida cotidiana, como repartir golosinas, calcular el precio de varios productos o planificar un viaje, les da contexto y relevancia. Los estudiantes comprenden mejor cuando saben para qué les sirve lo que aprenden, y eso incluye también a las matemáticas. Hacer preguntas abiertas, plantear desafíos reales o invitar a diseñar juegos con las tablas permite consolidar lo aprendido desde otro lugar.

El rol del docente en este proceso es el de facilitador y acompañante. No se trata de exigir resultados inmediatos, sino de proponer caminos variados que se adapten a las necesidades del grupo. Tener en cuenta que cada estudiante tiene su propio ritmo, y ofrecer distintas puertas de entrada al aprendizaje, hace que todos puedan participar sin sentirse rezagados. Además, es importante fomentar un ambiente de aula donde se valore el esfuerzo, se celebren los avances y se compartan estrategias.

También resulta útil sumar a las familias en este recorrido. Enviar propuestas para practicar en casa, compartir enlaces de canciones o apps, o invitar a que los adultos jueguen junto a los chicos puede fortalecer el vínculo y crear un clima positivo hacia el aprendizaje. Cuando las familias entienden que no se trata solo de memorizar, sino de construir herramientas útiles, se involucran con mayor entusiasmo.

Como toda enseñanza, aprender las tablas de multiplicar lleva tiempo y requiere continuidad. Pero cuando se convierte en una experiencia entretenida, desafiante y compartida, los resultados superan las expectativas. No hay una única receta mágica, pero sí muchas formas posibles de llegar al mismo objetivo: que los estudiantes comprendan, usen y disfruten de las matemáticas como parte de su vida cotidiana. Con creatividad, paciencia y una buena dosis de juego, este desafío se transforma en una aventura que deja huellas.