Por: Maximiliano Catalisano
Hay momentos del año escolar que invitan naturalmente a hacer una pausa, mirar lo recorrido y volver a trazar el camino. El inicio del segundo semestre es una de esas oportunidades. Pero no alcanza con que los docentes y directivos tengan claros los propósitos. La comunicación con las familias es parte central de ese proceso. Cuando las familias saben hacia dónde va la escuela y por qué se toman ciertas decisiones, no solo acompañan mejor a sus hijos, sino que se fortalecen los vínculos con la institución. El desafío está en cómo transmitir esos objetivos de manera clara, cercana y realista, sin generar ansiedad ni confusión. En esta nota te contamos cómo hacerlo, con propuestas concretas y una mirada humana.
No siempre se trata de “comunicar más”. A veces lo que hace falta es comunicar mejor. Muchas familias reciben tanta información escrita o verbal, que terminan no registrando lo importante. Por eso, una primera clave para este momento del año es seleccionar bien qué se quiere transmitir. No hace falta enumerar cada contenido del programa, sino poner el foco en lo que se espera lograr a nivel de procesos, aprendizajes, valores, proyectos compartidos. Es mejor menos y claro, que mucho y difuso.
Otro aspecto central es el tono del mensaje. El segundo semestre puede venir cargado de evaluaciones, informes, trayectorias por acompañar y tiempos acotados. Si la comunicación con las familias se basa solo en lo que falta o en lo que “debería haber sido y no fue”, se genera un clima de presión que no ayuda a nadie. En cambio, si se plantea el segundo semestre como una nueva etapa donde todavía se puede construir, mejorar, crear y acompañar, el mensaje tiene otra recepción.
También es importante pensar en los formatos. No todas las familias acceden con facilidad a los textos extensos, ni todas tienen el mismo tiempo para asistir a reuniones presenciales. Una buena idea es combinar distintos canales: mensajes breves por cuaderno o plataforma, videos cortos con el saludo del equipo, encuentros de intercambio donde puedan dialogar con docentes, o incluso pequeños boletines que sinteticen lo trabajado y lo que se viene. Lo importante no es solo lo que se dice, sino cómo se dice y desde qué lugar.
Para que la comunicación sea verdaderamente significativa, debe incluir escucha. No se trata de informar únicamente, sino de abrir espacios donde las familias puedan expresar sus dudas, inquietudes y también sus expectativas. Es común que algunos padres y madres no se animen a preguntar o que sientan que no tienen “las palabras justas” para participar. Generar ámbitos cálidos y horizontales, donde la palabra circule sin juicio, puede ser más valioso que cualquier documento enviado.
Un buen momento para hablar de los objetivos del segundo semestre es durante los primeros días del regreso a clases después del receso. No hace falta esperar a que haya un problema o un evento extraordinario. Un encuentro breve, una nota de bienvenida o una actividad de presentación puede ser el marco para anticipar lo que se espera del nuevo tramo escolar, desde una mirada constructiva. En vez de hablar de metas inalcanzables, se puede proponer “caminar juntos hacia esto”.
Los equipos docentes pueden acordar entre sí algunas frases comunes, para que el mensaje institucional tenga coherencia. Por ejemplo: “Seguiremos acompañando los procesos de aprendizaje con propuestas que permitan a cada estudiante avanzar a su ritmo”, o “Nuestro propósito es fortalecer los hábitos de estudio y la participación en los proyectos grupales”. Estas ideas compartidas pueden incluirse en los cuadernos, redes o intercambios con las familias, y ayudan a dar unidad al mensaje.
Cuando se habla con las familias, hay que evitar caer en tecnicismos o frases muy académicas. Lo mejor es usar un lenguaje sencillo, directo, que se comprenda fácilmente. A veces, con la intención de ser formales, se termina alejando al interlocutor. En cambio, cuando se comunica desde un lugar auténtico, mostrando el deseo de construir juntos, las familias se sienten más convocadas y se involucran de otra manera.
Es fundamental también valorar lo que ya se hizo. El segundo semestre no empieza de cero. Reconocer lo que los estudiantes y sus familias lograron en la primera etapa permite empezar desde un lugar de confianza. “Durante el primer semestre hemos observado avances en la participación, en la lectura, en la autonomía”, puede ser el punto de partida para luego decir: “Y ahora nos proponemos trabajar en estos otros aspectos”.
No hay un único modo de hacerlo, pero sí hay algo que no debería faltar: la intención genuina de construir una comunidad educativa donde cada actor sepa por qué hace lo que hace, y hacia dónde quiere ir. Comunicar los objetivos no es una formalidad, es una oportunidad de dar sentido a lo cotidiano, de mostrar que la escuela tiene un rumbo, y que las familias son parte indispensable de ese camino.
El segundo semestre tiene su propio ritmo, sus propias oportunidades y desafíos. Contarle eso a las familias con claridad, con apertura y con calidez puede ser el puntapié para que ese tramo del año se viva con más sentido y menos tensión. Cuando se habla con honestidad, sin adornos ni presiones, se abre un espacio de confianza. Y en ese espacio, todo es más posible.