Por: Maximiliano Catalisano
Hay algo profundamente transformador en el momento en que una escuela y una familia se detienen a mirar la diversidad no solo como una característica más, sino como una fuente de riqueza. La interculturalidad no se trata de hacer una muestra una vez al año con comidas típicas o banderas, sino de abrir conversaciones, dar espacio a las historias, reconocer trayectorias y construir vínculos más auténticos. Celebrarla, entonces, va más allá de decorar las paredes: implica invitar a escuchar, preguntar, compartir y construir desde las diferencias.
Las aulas de hoy están llenas de acentos distintos, costumbres que conviven, formas de entender el mundo que se entrecruzan. En ese contexto, la escuela puede ser un escenario privilegiado para aprender a convivir desde el respeto mutuo. Pero para lograrlo, es necesario que las actividades no se queden solo en la superficie. Proyectos donde los estudiantes puedan contar sus orígenes, conversar con abuelas o abuelos de otras regiones, o trabajar con canciones, relatos y lenguas distintas, ofrecen un punto de partida potente.
La familia también tiene un rol clave. Muchas veces, son los propios niños quienes llevan a casa preguntas que nacen en la escuela y disparan charlas necesarias. Promover espacios de participación donde las familias puedan compartir sus saberes, costumbres y modos de ver la vida enriquece el entramado cultural de toda la comunidad educativa. Esto no implica grandes eventos ni producciones complicadas: una charla, una receta, una historia compartida puede generar ese puente.
Un enfoque intercultural también invita a revisar los materiales que se usan en clase. ¿Qué imágenes aparecen en los libros? ¿Qué nombres tienen los personajes? ¿Qué lenguas se escuchan en los videos? Incluir propuestas que muestren una diversidad real y positiva ayuda a que todos los chicos y chicas se sientan reflejados y valorados.
Más que una fecha en el calendario, celebrar la interculturalidad es una actitud que puede sostenerse todo el año. Y cuanto más se integren la mirada escolar y la mirada familiar, mayor será el impacto en la construcción de una comunidad más abierta, respetuosa y consciente de su diversidad.