Por: Maximiliano Catalisano
Cuando los sistemas educativos enfrentan recortes presupuestarios, la atención pública suele concentrarse en la infraestructura, los salarios o los materiales escolares. Sin embargo, hay un tema que a menudo queda oculto, aunque determina de manera directa la calidad de todo el sistema: la formación docente. En un contexto global marcado por tensiones económicas, inflación, deudas y ajustes, la capacitación de los educadores se vuelve un termómetro del compromiso real que cada país tiene con su futuro. La pregunta que hoy recorre gobiernos, universidades y escuelas es clara y urgente: ¿Cómo seguir formando a los docentes cuando los recursos disminuyen, pero las demandas sociales aumentan? Este interrogante abre un debate profundo y necesario, porque de la preparación docente depende la continuidad de aprendizajes significativos en tiempos de inestabilidad.
En muchas regiones, los recortes presupuestarios golpean de lleno a los programas de perfeccionamiento permanente. Las primeras reducciones suelen aplicarse en cursos, becas, talleres o espacios de actualización que, aunque son esenciales, suelen ser vistos como un gasto prescindible. En este escenario, los países adoptan estrategias diversas para sostener la capacitación, algunas con buenos resultados y otras con consecuencias adversas para el sistema educativo. Lo que se observa es un intento permanente por equilibrar austeridad con innovación, tratando de preservar la formación sin sacrificar la calidad de la enseñanza.
Un recurso frecuente en América Latina es fortalecer redes colaborativas entre escuelas. Cuando no hay fondos para cursos externos, los propios docentes construyen espacios de intercambio donde comparten materiales, planificaciones, experiencias y desafíos comunes. Este modelo, basado en la cooperación profesional, crece sobre todo en momentos de crisis porque permite sostener aprendizajes sin depender de grandes inversiones. Aunque no reemplaza la formación especializada que ofrecen las universidades o los institutos de capacitación, sí mantiene activo el espíritu de actualización continua. En varios países surgieron también programas de capacitación virtual financiados por organismos internacionales, que permiten acceder a contenidos de calidad sin costos elevados.
En Europa, la situación es heterogénea. Algunos países protegen los presupuestos destinados a la formación docente, entendiendo que recortarlos afecta la estructura educativa a largo plazo. Sin embargo, en otros contextos las restricciones económicas generan modelos de capacitación más acotados, centrados en áreas consideradas prioritarias como alfabetización digital, atención a la diversidad o gestión del clima escolar. Esto provoca que los docentes reciban formación fragmentada, sin continuidad, y con poca profundidad conceptual. A pesar de ello, muchos sistemas europeos exploraron estrategias innovadoras, como microcredenciales, cursos breves y certificaciones modulares que permiten actualizarse de manera flexible y progresiva sin grandes inversiones estatales.
En Asia, varios países lograron sostener la formación docente gracias a alianzas estratégicas con universidades, empresas tecnológicas y organizaciones educativas. Estos acuerdos permiten acceder a plataformas virtuales, desarrollar aplicaciones educativas o generar contenido audiovisual para capacitar a docentes a bajo costo. La tecnología juega un rol fundamental, especialmente en naciones donde la digitalización es parte del sistema educativo desde hace décadas. Sin embargo, el riesgo radica en que la capacitación dependa demasiado de actores privados, lo que puede limitar la autonomía pedagógica y orientar los contenidos hacia intereses externos al aula.
En África y Medio Oriente, las crisis políticas, económicas o humanitarias complican aún más la formación docente. En estos contextos, la prioridad suele estar en sostener la escolarización básica, lo que deja poco margen para programas de actualización profesional. Aun así, organismos internacionales, ONG y universidades impulsan proyectos que ofrecen capacitación en áreas esenciales como alfabetización temprana, educación emocional, estrategias para aulas numerosas o manejo de situaciones de trauma. Aunque el alcance es limitado, estas iniciativas resultan fundamentales para sostener el sistema en medio de profundas dificultades.
El desafío de capacitar sin recursos
Uno de los problemas más frecuentes cuando hay recortes es la sobrecarga laboral. Al disminuir los programas de formación, los docentes buscan alternativas por su cuenta, lo que implica destinar tiempo personal a cursos gratuitos, tutoriales o capacitaciones virtuales. Esto genera agotamiento y desigualdades: quienes tienen más tiempo o recursos pueden capacitarse mejor que quienes ya están sobreexigidos. Además, los recortes suelen afectar la supervisión pedagógica, lo que dificulta acompañar a los docentes que trabajan en contextos vulnerables.
La brecha digital también se vuelve un obstáculo. En países donde la conectividad es débil, la capacitación virtual no puede reemplazar los modelos presenciales. Esto deja a miles de docentes sin oportunidades de actualización, especialmente en zonas rurales o aisladas. Por otro lado, cuando las plataformas virtuales son la única opción, muchas veces se limitan a cursos masivos sin seguimiento personalizado ni devolución sobre las prácticas reales de aula.
Otro desafío aparece en los contenidos. Las crisis económicas tienden a priorizar la urgencia por sobre la planificación a largo plazo. Esto deriva en formaciones centradas únicamente en resolver problemas inmediatos, dejando de lado aspectos esenciales como la innovación pedagógica, el análisis del currículum o la investigación educativa. La formación se vuelve reactiva, no estratégica, y el sistema pierde capacidad de anticiparse a los cambios sociales, culturales y tecnológicos.
Propuestas para sostener la formación docente en tiempos de austeridad
A pesar de las dificultades, muchos países demostraron que es posible sostener la capacitación aun con recursos limitados. Una estrategia efectiva es combinar la formación virtual abierta con comunidades profesionales de aprendizaje dentro de las escuelas. Esta combinación permite que los docentes accedan a contenidos actualizados y, al mismo tiempo, puedan discutirlos, adaptarlos y aplicarlos en su contexto real. Los equipos directivos juegan un rol clave generando tiempos institucionales para la reflexión pedagógica, incluso cuando no hay presupuesto adicional.
Otra alternativa valiosa es desarrollar alianzas con universidades públicas, que pueden ofrecer cursos gratuitos en áreas prioritarias. La participación de estudiantes avanzados como asistentes pedagógicos también puede reducir la carga laboral y facilitar la implementación de proyectos formativos. Además, la producción de materiales educativos propios —guías, cápsulas audiovisuales, podcasts— elaborados por docentes con experiencia permite crear recursos accesibles y contextualizados.
En contextos con recortes severos, algunos países optaron por programas de formación entre pares, donde docentes con trayectoria enseñan a colegas más jóvenes. Este modelo, aunque sencillo, puede ser muy potente porque se basa en el conocimiento real del aula y en un intercambio horizontal.
Finalmente, es fundamental fortalecer la búsqueda de financiamiento externo. Organismos regionales, bancos de desarrollo y fundaciones internacionales ofrecen recursos para programas de capacitación docente, especialmente en áreas sensibles como inclusión, transformación digital o alfabetización inicial. Aprovechar estas oportunidades permite compensar los recortes internos y sostener la continuidad formativa.
Formar docentes en crisis es imprescindible para sostener la educación
La formación docente en contextos de crisis revela qué lugar ocupa realmente la educación en las prioridades de un país. Cuando los recursos escasean, apostar por la capacitación demuestra una visión de futuro que trasciende el corto plazo. Cada país sigue un camino distinto, pero todos enfrentan la misma tensión: cómo sostener a los docentes en un momento en el que el sistema los necesita más que nunca. Y aunque los recortes son una realidad, también lo es la creatividad, la cooperación y la capacidad de los educadores para construir soluciones incluso en medio de la adversidad.
