Por: Maximiliano Catalisano

A veces pasa desapercibido. Otras veces es el corazón invisible que sostiene la cultura escolar. La figura del bibliotecario escolar no solo se encarga de libros y estanterías; está en el centro mismo del aprendizaje, la curiosidad y el desarrollo del pensamiento crítico. Pero más allá de lo individual, existe una red que potencia y articula esta tarea: la sociedad en general de los bibliotecarios escolares. Un espacio colectivo que reúne saberes, experiencias y propuestas que enriquecen el trabajo cotidiano en las escuelas de todo el país.

Esta comunidad, que se constituye desde asociaciones, redes institucionales y vínculos colaborativos, ofrece herramientas, recursos compartidos y espacios de formación continua. Al integrarse a ella, cada profesional encuentra respaldo y también inspiración para seguir creciendo. Además, estas sociedades permiten visibilizar una tarea muchas veces subestimada, pero clave para fomentar el acceso a la información, el amor por la lectura y la alfabetización digital.

En tiempos donde los desafíos educativos se vuelven más complejos, los bibliotecarios escolares redoblan su compromiso acompañando a docentes y alumnos en la selección de materiales, la planificación de actividades y la construcción de entornos digitales que estimulen el aprendizaje. Desde la recomendación de un cuento hasta el diseño de proyectos interdisciplinares, su mirada pedagógica se vuelve indispensable.

La sociedad de bibliotecarios escolares también cumple un rol fundamental en el reconocimiento profesional. Genera espacios de encuentro, congresos, jornadas y publicaciones donde el saber específico del área circula y se fortalece. Esto no solo nutre la práctica diaria, sino que pone en valor un perfil profesional con competencias propias, con una identidad en permanente actualización.

Participar de este entramado no es solo una cuestión de pertenencia, sino también de proyección. Permite anticiparse a los cambios, adaptarse a nuevas demandas, sostener lo que funciona y renovar lo que ya no alcanza. Por eso, fortalecer y cuidar estos espacios no es un lujo: es una necesidad para el sistema educativo y para quienes creen que una escuela con biblioteca es una escuela más viva.