Por: Maximiliano Catalisano

Cuando los estudiantes se preguntan “¿para qué me sirve esto?”, la matemática suele estar entre las materias más cuestionadas. Sin embargo, la clave para transformar esa percepción está en mostrar que los números, las operaciones y los razonamientos matemáticos no son abstractos ni lejanos, sino que se encuentran en cada rincón de la vida cotidiana. Aprender matemáticas a través de proyectos vinculados a la realidad permite a los alumnos descubrir su utilidad, relacionarla con intereses personales y apropiarse de ella de una manera mucho más profunda y duradera.

La matemática está presente en la cocina, en la organización de un viaje, en la administración del dinero, en los deportes y hasta en el arte. Cuando se enseña a partir de experiencias concretas, los estudiantes no solo entienden mejor los conceptos, sino que también desarrollan confianza y motivación para enfrentarse a nuevos desafíos. La escuela tiene la oportunidad de abrir la puerta a un aprendizaje más vivo y conectado, donde los problemas dejan de ser ejercicios mecánicos para convertirse en retos con sentido.

Proyectos que acercan la matemática a la vida real

Una de las formas más efectivas de enseñar matemáticas con proyectos de la vida cotidiana es a través de situaciones que los estudiantes reconozcan como propias. Cocinar, por ejemplo, se convierte en una excelente oportunidad para trabajar medidas, proporciones y fracciones. Ajustar una receta para más o menos comensales exige cálculos que ponen en práctica contenidos fundamentales, y al mismo tiempo resultan útiles en la vida diaria.

Otro ejemplo es la planificación de un viaje. Los estudiantes pueden calcular distancias, tiempos de traslado, costos de transporte y alojamiento. Al hacerlo, ponen en juego operaciones aritméticas, porcentajes, conversión de unidades y nociones de proporcionalidad, a la vez que se enfrentan a la necesidad de organizar y administrar recursos.

También los deportes ofrecen un campo fértil para proyectos matemáticos. Analizar estadísticas de jugadores, calcular promedios de goles, medir tiempos de carrera o predecir resultados permite trabajar con datos reales que despiertan interés y motivación. De esta manera, las matemáticas se conectan con pasiones que los alumnos ya traen consigo.

En el ámbito del arte y la arquitectura también encontramos un vínculo estrecho con la matemática. Diseñar una maqueta, explorar figuras geométricas en mosaicos o trabajar con simetrías en la pintura acerca conceptos que, desde la abstracción, suelen resultar áridos, pero que cobran vida cuando se plasman en un producto creativo.

El aprendizaje colaborativo como motor

Los proyectos de la vida cotidiana invitan al trabajo en equipo. Cuando los estudiantes resuelven un desafío en grupo, deben comunicar ideas, contrastar procedimientos y justificar resultados. Este proceso enriquece el aprendizaje porque la matemática deja de ser un ejercicio solitario y se transforma en una experiencia social, donde cada integrante aporta y construye junto a los demás.

Además, el hecho de tener un objetivo concreto motiva a la cooperación: no se trata solo de resolver una cuenta en el cuaderno, sino de lograr que una receta salga bien, que un presupuesto cuadre o que una maqueta tenga las proporciones correctas. Esa finalidad compartida genera compromiso y entusiasmo.

Desarrollar competencias para el futuro

El aprendizaje matemático a través de proyectos no se limita a los contenidos curriculares, también potencia habilidades necesarias para el futuro. Resolver problemas de la vida cotidiana con herramientas matemáticas exige pensamiento crítico, creatividad, capacidad de planificación y toma de decisiones fundamentadas.

Por ejemplo, al diseñar un emprendimiento escolar que implique costos, ingresos y ganancias, los alumnos aplican porcentajes, sumas y restas, pero al mismo tiempo desarrollan visión estratégica y aprenden a proyectar resultados. Estas experiencias se traducen en aprendizajes que van más allá del aula y acompañan a los estudiantes en su desarrollo personal y profesional.

El rol del docente como guía

El papel del docente en este enfoque no consiste únicamente en enseñar contenidos, sino en diseñar proyectos significativos que despierten la curiosidad y el interés de los estudiantes. Se trata de elegir situaciones auténticas, conectarlas con los saberes matemáticos y acompañar a los alumnos en el proceso de exploración y resolución.

La observación atenta y la flexibilidad son claves para aprovechar las preguntas y propuestas que surgen de los propios estudiantes. A menudo, son ellos quienes traen ejemplos de su vida diaria que pueden convertirse en proyectos matemáticos valiosos. Escuchar esas inquietudes y transformarlas en oportunidades de aprendizaje refuerza el vínculo entre la matemática y el mundo real.

La motivación como resultado

Cuando los estudiantes comprenden que la matemática está en todo lo que los rodea, su motivación crece de manera natural. Resolver problemas ya no se percibe como un castigo o una obligación, sino como un desafío con sentido. Incluso aquellos que sienten rechazo hacia la materia encuentran nuevas formas de acercarse, porque ya no se trata solo de números en una hoja, sino de experiencias que atraviesan su vida.

Al mismo tiempo, la práctica constante de aplicar matemáticas en proyectos reales fortalece la confianza. Cada logro, cada problema resuelto y cada producto terminado demuestra a los alumnos que son capaces, y esa convicción resulta fundamental para enfrentar aprendizajes más complejos en el futuro.

Un camino hacia una matemática significativa

En definitiva, enseñar matemáticas con proyectos de la vida cotidiana significa apostar por un aprendizaje más conectado, vivencial y transformador. No se trata de abandonar los contenidos curriculares, sino de darles vida al situarlos en contextos concretos que los estudiantes reconocen y valoran.

La matemática deja de ser un conjunto de fórmulas y operaciones para convertirse en una herramienta que acompaña cada decisión, cada creación y cada proyecto. Y cuando los alumnos descubren eso, ya no se preguntan para qué sirve la matemática: la viven, la usan y la disfrutan.