Por: María Gabriela Muller
¿Cuál fue el primer libro de lectura que leíste? ¿Qué recuerdas de él? ¿Sigue estando en algún estante de tu biblioteca? ¿Qué enseñanzas te ha dejado, incluso después de tantos años?
Los libros de lectura inicial en Argentina han jugado un papel fundamental en la formación educativa y cultural de generaciones enteras. En el pasado reciente, estas obras reflejaban las miradas predominantes de la sociedad en la que fueron concebidas, incluyendo estereotipos de género, valores patrióticos y una idealización de la familia.
La estructura y el contenido de estos textos estaban diseñados para facilitar la alfabetización de los niños y niñas medianteun método progresivo que comenzaba con las vocales y las consonantes más sencillas. Este método incluía frases simples como “Ada mide”, “Susi es mimosa y sumisa”, o “Ulises le da la sal”, (presentes, por ejemplo, en el libro “Campanita” de 1957) construidas para adaptarse a la capacidad de los lectores iniciales. Estas limitaciones lingüísticas a menudo resultaban en textos un tanto artificiales, pero efectivos en su función pedagógica, y actualmente se ha generado un debate sobre la eficacia de este y otros métodos de enseñanza de la lecto-escritura.
Uno de los aspectos más llamativos de estos libros eran sus ilustraciones, que retrataban escenas de la vida cotidiana de los niños. Estas imágenes contribuían a hacer más accesibles y atractivos los textos, a la vez que destacaban ciertos valores como la responsabilidad, la generosidad y la obediencia. Con frecuencia se incluían poesías y canciones que reforzaban la transmisión de estos y otros principios.
Además, en muchos libros de lectura se observaban claramente estereotipos de género. Las niñas eran representadas mayormente en actividades domésticas, ayudando a sus madres en tareas como cocinar, limpiar o cuidar plantas. En contraste, los niños eran retratados en actividades más vinculadas al juego, la exploración o el aprendizaje intelectual. Esta diferenciación en las representaciones de género reflejaba las expectativas sociales de la época, perpetuando roles tradicionales.
Otra característica recurrente en los libros de lectura de esa época era el énfasis en los valores patrióticos. Incluían textos que exaltaban a los próceres de la patria, como San Martín o Belgrano, presentados siempre como figuras masculinas heroicas. Incluso se destacaba la épica del “descubrimiento“ de América sin reconocer el aporte cultural de los pueblos originarios, quienes en realidad eran “ civilizados” por su bien , sin mencionar los aspectos controvertidos de la conquista y sus consecuencias para ellos. Este enfoque buscaba inculcar un sentido de identidad nacional desde edades tempranas.
En cuanto a la representación de la familia, los textos promovían un modelo idealizado de la misma. Las familias mostradas eran heteronormativas, con roles bien definidos: el padre proveedor, la madre cuidadora y los hijos obedientes. Este modelo reflejaba los valores tradicionales de la sociedad de aquel entonces, proyectando una visión que no daba espacio a otras configuraciones familiares ni a las realidades más diversas. Con el paso del tiempo e impulsado por los cambios de la sociedad, los llamados “libros de lectura” también fueron cambiando
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