Por: Maximiliano Catalisano
En una época marcada por pantallas constantes, notificaciones que compiten por nuestra atención y rutinas cada vez más aceleradas, volver a encontrar un espacio para la lectura puede sentirse como un desafío. Sin embargo, cada vez más docentes, familias y estudiantes descubren que leer no es solo una actividad intelectual: es una pausa necesaria, un refugio emocional y una herramienta para comprender mejor el mundo. Pensar la lectura en tiempos digitales no implica rechazar la tecnología, sino aprender a convivir con ella y recuperar el valor de un hábito que transforma la manera en que pensamos, nos expresamos y nos relacionamos.
La lectura ha cambiado de forma profunda en los últimos años. Ya no depende únicamente de libros impresos ni de bibliotecas silenciosas. Hoy leer ocurre en dispositivos móviles, computadoras y plataformas que ofrecen miles de textos al instante. Esta accesibilidad abre puertas, pero también plantea tensiones: ¿Cómo lograr que los estudiantes sostengan su interés cuando todo a su alrededor está diseñado para distraerlos? ¿Cómo acompañar a las familias para que puedan fomentar el gusto por la lectura sin sentirse abrumadas por el ritmo digital?
Nuevas formas de leer, nuevos desafíos
El contexto digital transformó la manera en que los jóvenes consumen información. El desplazamiento constante por redes y la preferencia por videos breves moldean un tipo de lectura rápida y fragmentada. Esto no es un problema en sí mismo, pero sí invita a las instituciones educativas a replantear estrategias. La lectura profunda, la que requiere concentración sostenida, necesita ser trabajada y fortalecida. No surge de manera espontánea cuando todo alrededor promueve la inmediatez.
La escuela, más que nunca, debe ayudar a generar espacios donde los estudiantes puedan reencontrarse con la calma que exige un texto. Esto no significa volver al pasado, sino diseñar prácticas acordes a su tiempo: clubes de lectura híbridos, debates literarios apoyados en herramientas digitales, proyectos que combinen escritura, imagen y narrativas interactivas. La clave está en mostrar que leer no es lo opuesto a lo digital, sino algo que puede convivir con él.
El papel de las familias en la construcción del hábito lector
En los hogares, la lectura suele perder terreno frente a dispositivos que entretienen sin esfuerzo. Por eso, acompañar desde la escuela implica brindar recursos simples y realistas para que las familias incorporen pequeñas prácticas posibles. No se trata de imponer horarios rígidos ni metas imposibles, sino de recuperar momentos cotidianos: leer un cuento antes de dormir, comentar una noticia, compartir una recomendación de libro, permitir que los chicos elijan qué quieren leer y respetar esos intereses.
Las instituciones educativas pueden ayudar generando guías, cápsulas de audio, videos cortos o listas temáticas que orienten a madres, padres y tutores. Cuando las familias sienten que pueden hacerlo sin exigencias extremas, la lectura se vuelve más natural y menos una tarea.
La escuela como puente entre mundos
La lectura en tiempos digitales requiere una mirada compartida. Los docentes observan a diario cómo cambian los modos de atención y buscan caminos nuevos para conectar con sus alumnos. Las familias ven esas transformaciones en casa y muchas veces no saben cómo acompañar. Cuando ambos mundos se acercan, aparece una oportunidad única: construir un entorno que respalde el hábito lector desde todos los frentes.
La institución puede ocupar ese lugar de mediación ofreciendo talleres, encuentros breves, charlas abiertas y materiales didácticos que muestren cómo leer puede ser una experiencia placentera y actual. Los niños y jóvenes perciben cuando hogar y escuela avanzan en la misma dirección; en ese escenario, la lectura deja de ser un deber escolar y pasa a ser una práctica habitual.
Leer más allá del libro: la importancia de ampliar la mirada
Revalorizar la lectura en tiempos digitales también supone abandonar la idea de que solo es válida cuando se realiza en formato tradicional. Los adolescentes leen en chats, videojuegos, plataformas visuales y entornos colaborativos. Reconocer estos espacios permite tender puentes entre sus intereses y la lectura más clásica.
Por ejemplo, una actividad escolar puede partir de una narrativa de videojuegos para luego trabajar la construcción de personajes en cuentos breves. Una serie puede dar pie a explorar textos que aborden temáticas similares. Una canción puede llevar al análisis de poesía. Lo importante es mostrar que leer es una experiencia amplia, que puede comenzar en un teléfono y terminar en un libro, y que no hay un único camino correcto.
El valor de recuperar el tiempo de lectura
En medio de la vorágine digital, la lectura ofrece algo que pocas actividades brindan: la posibilidad de detenerse. Leer permite construir imágenes mentales, pensar a otro ritmo, vivir historias desde adentro. Cuando un estudiante recupera ese tiempo, también recupera la capacidad de concentrarse, imaginar y analizar. En un mundo donde casi todo es inmediato, la lectura es una forma de resistencia amable.
Las instituciones educativas pueden reforzar este valor creando momentos protegidos dentro de la jornada escolar: diez o quince minutos diarios dedicados exclusivamente a leer por placer pueden generar cambios profundos en la relación de los estudiantes con los textos. No importa el material elegido; lo que importa es la constancia.
Hacia una lectura posible para todos los estudiantes
Redescubrir la lectura en tiempos digitales no es una misión nostálgica ni una competencia contra la tecnología. Es, en realidad, un intento de recuperar prácticas humanas que nos permiten comprender mejor lo que vivimos. La lectura fortalece la palabra, la escucha y la reflexión. Y aunque los formatos cambien, los beneficios permanecen.
La escuela tiene un rol central para acompañar este proceso, pero no puede hacerlo sola. El vínculo con las familias se vuelve imprescindible, porque lo que se vive en el hogar deja una huella profunda en el hábito lector. Cuando ambos espacios trabajan juntos, los estudiantes encuentran un camino más claro para disfrutar de la lectura y hacerla parte de su vida diaria.
Redescubrir la lectura en tiempos digitales es, en definitiva, un acto de cuidado. Cuidado por el tiempo, por la atención, por la capacidad de imaginar y por la posibilidad de construir mundos propios. Y en un contexto donde todo cambia con rapidez, leer sigue siendo una manera poderosa de permanecer conectados con lo que realmente importa.
