Por: Maximiliano Catalisano

Hay algo mágico en esos momentos simples del día escolar: cuando un docente felicita un logro, cuando un compañero ayuda a otro, cuando alguien se anima a participar, aunque tenga miedo. En esos gestos cotidianos se construye la autoestima, una de las bases más importantes del desarrollo personal y del aprendizaje. No hace falta un gran proyecto ni materiales especiales para fortalecerla; basta con mirar de otro modo lo que ocurre todos los días. Trabajar la autoestima desde las actividades cotidianas es enseñar a los alumnos a confiar en sí mismos, a reconocer su valor y a sentirse capaces de crecer incluso frente a las dificultades.

En la escuela, la autoestima se nutre de palabras, miradas y experiencias. Cada niño o joven necesita sentir que su presencia importa, que sus esfuerzos son vistos y que sus errores no lo definen. Por eso, el aula debe ser un espacio donde el error se considere parte del aprendizaje y no una falla personal. Cuando el entorno escolar ofrece reconocimiento, respeto y oportunidades para expresarse, la autoestima florece naturalmente. El gran desafío es lograr que esa construcción no dependa de momentos excepcionales, sino que forme parte de la rutina diaria.

La autoestima se enseña en lo cotidiano

Fortalecer la autoestima no requiere discursos complejos ni talleres especiales. Se enseña en la manera de saludar, de escuchar, de valorar los pequeños avances. Cada día escolar ofrece infinitas oportunidades para fortalecer el autoconcepto de los alumnos: cuando se proponen desafíos alcanzables, cuando se reconoce un progreso o cuando se da espacio para que cada uno participe a su manera. La autoestima crece en los ambientes donde los estudiantes se sienten aceptados, respetados y acompañados.

Una actividad tan sencilla como pedir la opinión de todos, distribuir responsabilidades o celebrar logros personales contribuye a que los alumnos se perciban capaces. También ayuda dar lugar a los talentos individuales, permitiendo que cada uno muestre lo que sabe hacer mejor. En un grupo donde se valoran las diferencias y se promueve el apoyo mutuo, cada estudiante aprende que su voz tiene valor y que su esfuerzo puede generar cambios.

La palabra como herramienta de crecimiento

La forma en que los adultos se comunican con los estudiantes influye directamente en su autoestima. Las palabras pueden construir o derribar, y la escuela tiene el poder de usarlas para crear confianza. No se trata de elogiar sin medida, sino de reconocer con sinceridad. Un “confío en vos”, un “te salió mejor que ayer” o un “te animaste a intentarlo” tienen un impacto profundo en la manera en que los chicos se ven a sí mismos.

Los docentes también pueden enseñar a los alumnos a hablarse con respeto, a reconocer sus logros y a aceptar sus límites sin culpa. Promover el diálogo interno positivo es un aprendizaje que acompaña toda la vida. En las conversaciones cotidianas, cuando se resuelve un conflicto o se da una devolución, el lenguaje puede transformarse en un puente hacia la confianza personal.

El valor de los gestos y las rutinas

La autoestima también se alimenta de los gestos: una sonrisa, una mirada de aprobación o un gesto de apoyo pueden transmitir más que mil palabras. Las rutinas escolares son un terreno fértil para ello. El momento de entrada, la organización del aula, las despedidas o la distribución de tareas son instancias donde los alumnos aprenden sobre respeto, pertenencia y cuidado mutuo.

Por ejemplo, comenzar el día con una ronda de saludos o con un pequeño espacio para compartir cómo se sienten ayuda a construir una atmósfera de reconocimiento. Estas acciones fortalecen la identidad de grupo y permiten que cada uno sienta que su presencia tiene sentido. También es valioso promover actividades de colaboración, donde los estudiantes aprendan que ayudar y ser ayudado no resta valor, sino que enriquece la experiencia de todos.

La importancia del error y el aprendizaje

La autoestima se debilita cuando el error se vive como un fracaso. En cambio, crece cuando se lo entiende como parte natural del proceso. La escuela puede enseñar a mirar el error con curiosidad y no con miedo, ofreciendo un ambiente donde equivocarse sea una oportunidad para mejorar. Un alumno que se siente seguro de poder volver a intentar es un alumno que confía en sí mismo.

El docente tiene aquí un rol fundamental: acompañar, guiar y ofrecer feedback constructivo. Mostrar interés por el proceso y no solo por el resultado permite que los chicos comprendan que el esfuerzo vale tanto como el logro. Cada vez que se resalta la perseverancia, la colaboración o la creatividad, se refuerza la idea de que el valor personal no depende de una nota, sino de la actitud frente al desafío.

Una escuela que confía

Trabajar la autoestima desde las actividades cotidianas implica construir una cultura escolar donde todos se sientan capaces. Una escuela que confía en sus alumnos genera adultos más seguros, más autónomos y más empáticos. Los docentes que fomentan la participación, el diálogo y el reconocimiento diario están sembrando confianza, no solo en el ámbito escolar, sino en la vida de cada estudiante.

También es importante involucrar a las familias en este proceso. Compartir avances, reconocer logros en casa y mantener una comunicación positiva refuerza la imagen que el niño tiene de sí mismo. Cuando escuela y hogar transmiten un mensaje coherente —que cada persona tiene valor y puede aprender—, los resultados son duraderos.

La autoestima no se enseña una vez, se cultiva día a día. Cada saludo, cada palabra amable y cada espacio de participación son oportunidades para fortalecerla. La tarea educativa no se limita a enseñar contenidos, también consiste en ayudar a los estudiantes a descubrir quiénes son y a creer en su capacidad para transformar el mundo.

Educar con mirada humana, con paciencia y con atención al detalle, es enseñar que el aprendizaje más importante es el de quererse y confiar en uno mismo. Y esa lección, que nace en los gestos más simples, puede cambiar para siempre la forma en que un alumno se enfrenta a la vida.