Por: Maximiliano Catalisano

A veces, cuando se habla de lectura, se piensa en un deber escolar. Pero para los chicos, el vínculo con la lectura empieza mucho antes de pisar un aula, y no siempre se construye desde un lugar de placer. Hay niños que asocian leer con castigos, con aburrimiento, con silencio forzado. Otros lo viven como una puerta a mundos fantásticos, un juego compartido, una excusa para estar cerca de alguien. Lo cierto es que no hay una sola forma de acercarse a los libros, y cada historia personal con la lectura se va tejiendo entre lo que ofrece la escuela, lo que propone la familia y lo que despierta el deseo propio. Entender cómo se construye ese vínculo es la mejor manera de acompañarlo sin romperlo.

La lectura que nace antes de la escuela

Muchos chicos llegan a primer grado con una historia de lectura ya construida. Han escuchado cuentos, hojeado libros, inventado historias con imágenes. O todo lo contrario: nunca tuvieron un libro en casa, nadie les leyó en voz alta, no asocian la lectura con momentos felices. Esos primeros contactos son decisivos. No se trata de que los chicos “sepan leer” antes de tiempo, sino de que sientan que los libros son objetos cotidianos, que pueden tocar, explorar, mirar, compartir. Esa familiaridad no garantiza amor por la lectura, pero sí abre una puerta distinta.

El paso de la lectura compartida a la lectura obligatoria

Cuando los chicos ingresan al sistema escolar, la lectura deja de ser solo un momento de disfrute compartido y empieza a instalarse como una actividad que se enseña, se practica y se evalúa. En ese paso, a veces se pierde la magia. Leer ya no es escuchar una voz conocida, sino decodificar letras, responder preguntas, subrayar oraciones. Y aunque aprender a leer y escribir es un hito importante, el modo en que se vive ese proceso puede acercar o alejar a los chicos de los libros. Si la lectura se vuelve sinónimo de esfuerzo, frustración o castigo, el vínculo se daña.

El rol de la escuela en el deseo lector

La escuela tiene un papel enorme en la construcción del vínculo con la lectura. No solo porque enseña a leer, sino porque puede cultivar el deseo. Cuando se habilitan tiempos reales para leer por gusto, cuando se eligen textos que conectan con lo que los chicos viven y sienten, cuando se permite que cada uno elija qué leer y cómo leer, se abre un espacio de libertad que transforma la experiencia. No se trata de imponer lecturas “importantes”, sino de ofrecer variedad, respetar ritmos, contagiar entusiasmo sin forzar.

La importancia del modelo lector

Los chicos leen más cuando ven a otros leer. Cuando ven a un adulto disfrutar de un libro, emocionarse con una historia, reírse con una escena, comentar una novela. Ese modelo lector puede ser un maestro, un padre, un hermano. No hace falta grandes discursos sobre la importancia de la lectura: alcanza con leer en voz alta, con compartir un cuento, con mostrar que leer es algo valioso porque se disfruta, no porque se exige. En ese sentido, los mediadores de lectura tienen un rol irremplazable, y muchas veces no son conscientes del impacto que pueden tener.

Lecturas que conectan con sus intereses

Uno de los errores más frecuentes es ofrecer a los chicos textos que no les dicen nada. Obras lejanas, sin sentido para su mundo actual, escritas en lenguajes que ya no usan. Por supuesto que hay clásicos valiosos, pero si se quiere fomentar un vínculo duradero con la lectura, también hay que dejar espacio para otros textos: cómics, novelas gráficas, cuentos breves lo, poesía contemporánea, canciones, publicaciones digitales. Cuando los chicos encuentran algo que les gusta, lo buscan, lo comparten, lo defienden. Y en ese recorrido, se hacen lectores de verdad.

Leer por placer, no solo por tarea

Muchos estudiantes asocian la lectura con lo escolar, con lo obligatorio, con lo que hay que hacer para cumplir. Cuando se rompe esa lógica y se abre el espacio para leer por placer, algo cambia. Hay escuelas que crean rincones de lectura libre, bibliotecas ambulantes, momentos de lectura silenciosa, clubes de lectores. Todo eso ayuda. No porque forme mejores alumnos, sino porque construye personas que disfrutan de leer, que encuentran en los libros algo más que respuestas a preguntas escolares.

La adolescencia y el reencuentro posible

En la secundaria, muchas veces el vínculo con la lectura se debilita. Los programas escolares suelen estar cargados de textos difíciles, largos, alejados de los intereses de los adolescentes. Sin embargo, también hay oportunidades de reencuentro. Cuando se les ofrece leer sobre temas que les importan, cuando se habilitan espacios de discusión auténtica, cuando se propone la lectura como una herramienta para pensar el mundo y no solo para analizar estructuras narrativas, los adolescentes vuelven a los libros. A veces, solo necesitan que alguien les muestre que todavía vale la pena leer.

No hay un solo camino lector

Cada chico se vincula con la lectura de un modo diferente. Algunos necesitan más tiempo, otros encuentran su puerta de entrada en un solo libro. Algunos prefieren leer en silencio, otros en voz alta. Algunos se enamoran de las novelas, otros de los libros informativos. Acompañar esos recorridos implica aceptar la diversidad, no corregirla. Implica ofrecer sin obligar, invitar sin forzar, respetar sin abandonar. Solo así se construye un vínculo genuino con la lectura.