Por: Maximiliano Catalisano

Entre reuniones, planificación, clases y demandas que surgen a cada momento, los educadores suelen dejar para lo último su propio cuidado y bienestar. Se levantan temprano, corren entre obligaciones, acompañan con palabras de aliento a cada estudiante y resuelven problemas con calidez incluso en días donde el cansancio se nota en la mirada. Sin embargo, sostener ese compromiso requiere de un cuidado personal que no puede postergarse. El mindfulness para educadores se presenta como una herramienta sencilla para detenerse, respirar y reconectar con el presente, reduciendo la ansiedad y favoreciendo el bienestar, sin necesidad de grandes tiempos ni recursos. Incorporar pequeños ejercicios de mindfulness en la rutina puede ser una forma de cuidarse y disfrutar de la tarea de enseñar con mayor calma.

Practicar mindfulness no implica sentarse durante horas a meditar ni desconectarse de la realidad escolar. Es aprender a volver al momento presente con amabilidad, tomando conciencia de lo que sentimos, pensamos y vivimos, incluso en medio de las exigencias diarias. Para los educadores, esto puede marcar la diferencia entre atravesar el día con estrés o hacerlo con mayor serenidad.

Una forma simple de incorporar mindfulness es comenzar el día con tres respiraciones profundas antes de entrar al aula. Tomarse un minuto para inhalar de forma consciente, sostener el aire unos segundos y exhalar lentamente ayuda a calmar la mente y a prepararse con más tranquilidad para la jornada.

También es posible realizar pausas conscientes entre actividades. Antes de cambiar de clase, de pasar a otra tarea o de recibir a un grupo, se puede cerrar los ojos unos segundos, sentir el aire entrar y salir, tomar conciencia del cuerpo y volver a abrir los ojos con suavidad. Este pequeño gesto permite cortar la inercia de la urgencia constante y recuperar presencia en el aquí y ahora.Siempre pensando positivamente en lo que se viene y con la mejor predisposición para todos y para uno mismo.

Caminar con atención es otra práctica sencilla que se puede aplicar en los pasillos de la escuela o en casa. Al caminar, se puede enfocar la atención en la sensación de los pies en el suelo, en la respiración o en el contacto del cuerpo con el espacio. Este ejercicio favorece la calma y ayuda a reducir la tensión acumulada.

En momentos de estrés, una técnica breve de mindfulness es observar y nombrar mentalmente lo que se está sintiendo. Por ejemplo: “estoy sintiendo tensión en los hombros”, “me doy cuenta de que mi respiración está agitada”, “siento preocupación”. Al reconocer y nombrar la emoción o sensación, se genera un espacio de conciencia que permite responder con calma en lugar de reaccionar automáticamente.

Practicar gratitud al finalizar el día también es un ejercicio de mindfulness que aporta bienestar. Antes de dormir, se puede recordar tres momentos positivos del día, aunque sean pequeños: una sonrisa de un estudiante, un mensaje de aliento de un compañero o un instante de silencio en la sala de profesores. Este ejercicio ayuda a enfocar la mente en lo valioso y aporta una sensación de calma antes del descanso.

El mindfulness también puede integrarse en el aula de manera simple, invitando a los estudiantes a realizar una respiración profunda al inicio de la clase o a tomarse un minuto de silencio antes de comenzar una actividad. Esto no solo favorece el clima en el aula, sino que genera un momento compartido de tranquilidad que beneficia tanto a estudiantes como a docentes.

El cuidado personal a través del mindfulness no es un lujo, es una herramienta que permite sostener el bienestar en una profesión donde el cansancio emocional y físico suele ser frecuente. Los educadores merecen sentirse bien y contar con recursos sencillos que les permitan reconectar con su propósito, disfrutar de su tarea y transitar cada día con mayor serenidad.

Incorporar estas prácticas de forma gradual y sin exigencias es clave. No se trata de hacerlo perfecto, sino de encontrar pequeños momentos en la jornada para volver al presente y recordar que el autocuidado es parte de acompañar a los estudiantes de forma sana y sostenida.

Cuidar de uno mismo mientras se cuida de otros no es egoísmo, es la base para sostener el compromiso con la educación sin sacrificar la salud ni el bienestar. El mindfulness para educadores se convierte así en una invitación a respirar, a reconectar con lo que importa y a transitar cada jornada con mayor calma y presencia.