Por: Maximiliano Catalisano

El año avanza y con él se acumulan planillas, reuniones, clases, proyectos, actividades institucionales y las demandas que surgen de forma inesperada en cada jornada escolar. A mitad de año, el cansancio comienza a notarse en la mirada y en el cuerpo, y aparecen sensaciones de desborde, frustración o agotamiento que pueden empañar el entusiasmo con el que se inició el ciclo lectivo. Prevenir el estrés docente a mitad de año no es un lujo ni una idea imposible, sino una necesidad para sostener el cuidado personal, disfrutar de la tarea y mantener la motivación que se necesita para acompañar a los estudiantes en cada clase.

El estrés docente se va gestando de manera silenciosa, entre trabajos para corregir, situaciones familiares de estudiantes que se acompañan, la búsqueda constante de estrategias para motivar y las exigencias de un sistema que parece no detenerse. A esto se suman las propias preocupaciones personales, generando una carga emocional que puede afectar el descanso, el ánimo y la salud física.

Es importante reconocer los signos de alerta que indican que el estrés está comenzando a impactar en la vida diaria: cansancio permanente, insomnio, irritabilidad, falta de motivación, dolores de cabeza, contracturas o sensación de que cada día se convierte en una cuesta arriba. Identificar estas señales permite frenar a tiempo y buscar estrategias de cuidado antes de que el estrés avance.

Una de las primeras estrategias para prevenir el estrés docente a mitad de año es establecer pausas durante la jornada. Tomarse cinco minutos para respirar profundamente, caminar por el patio o simplemente estirar el cuerpo ayuda a cortar la inercia de la urgencia constante y permite reconectar con la calma necesaria para continuar.

Organizar las tareas por prioridades es otra herramienta de cuidado. A mitad de año suelen acumularse pendientes, y querer resolver todo de inmediato genera más ansiedad. Hacer una lista de lo urgente y de lo importante, y avanzar paso a paso, reduce la sensación de desborde y permite sentir que cada pequeño avance cuenta.

El acompañamiento entre colegas también es una estrategia que ayuda a prevenir el estrés docente. Conversar con compañeros, compartir preocupaciones, buscar soluciones en conjunto y apoyarse en el equipo permite alivianar las tensiones y encontrar otras miradas frente a las situaciones que generan malestar.

La importancia del descanso no puede quedar relegada, incluso en momentos de alta demanda. Respetar las horas de sueño, generar pequeños rituales de desconexión antes de dormir y sostener hábitos de autocuidado son gestos que cuidan el cuerpo y la mente para enfrentar cada día con más energía.

Practicar actividades que generen disfrute fuera del ámbito escolar también es una forma de prevenir el estrés. Salir a caminar, escuchar música, leer por placer, realizar actividades artísticas o simplemente compartir momentos con seres queridos son espacios que alimentan el bienestar y permiten equilibrar la rutina.

Aprender a decir que no cuando las demandas superan lo posible es otro paso importante para prevenir el estrés docente. Poner límites de forma clara, priorizar el cuidado personal y recordar que nadie puede con todo, todo el tiempo, es parte de una actitud de cuidado que se sostiene en la práctica.

La práctica de mindfulness y respiración consciente durante el día escolar puede ser un recurso simple para prevenir el estrés. Tomarse un momento para respirar con calma, sentir el cuerpo y volver al presente ayuda a calmar la mente y a disminuir la tensión que se acumula durante las horas de trabajo.

Solicitar apoyo institucional también es necesario cuando el cansancio comienza a impactar de manera constante. Los equipos de orientación escolar, los directivos y los espacios de formación pueden ser aliados para repensar las prácticas y buscar alternativas que alivien la sobrecarga.

Prevenir el estrés docente a mitad de año es un acto de cuidado que impacta no solo en la salud y el bienestar de cada docente, sino también en la calidad de la enseñanza y en el clima escolar que se genera en cada aula. Es recordar que para cuidar a otros también es necesario cuidarse, que el trabajo de enseñar implica compromiso, pero no sacrificio de la propia salud, y que cada pausa, cada límite y cada gesto de cuidado son pasos que permiten sostener la vocación sin que se convierta en una carga.

Hablar sobre el estrés docente es abrir una conversación que muchas veces se posterga, pero que es necesaria para construir escuelas donde el bienestar de quienes enseñan sea una prioridad. Porque cada docente merece sentirse bien, disfrutar de su tarea y transitar cada jornada con calma, conciencia y energía para seguir acompañando a sus estudiantes en su camino de aprender y crecer.