Por: Maximiliano Catalisano
Muchos estudiantes se preguntan para qué sirven las matemáticas si no van a ser científicos o ingenieros. Esa duda aparece con frecuencia cuando una clase se vuelve abstracta o cuando las cuentas no se conectan con lo que pasa fuera del cuaderno. Sin embargo, las matemáticas están presentes en cada momento del día: cuando compramos, cocinamos, nos movemos por la ciudad, jugamos, organizamos el tiempo o usamos tecnología. Enseñar su utilidad no significa dejar de enseñar operaciones o fórmulas, sino mostrar que están vivas, que se usan, que pueden ser una herramienta para pensar mejor. Este artículo propone descubrir cómo se aplican las matemáticas en la vida real y ofrece ideas de actividades prácticas para usar en casa o en el aula, desde primaria hasta secundaria.
Desde temprano, los niños usan conceptos matemáticos sin saberlo. Cuando comparan el tamaño de dos objetos, cuando reparten caramelos, cuando reconocen formas, ya están construyendo pensamiento matemático. A medida que crecen, aparece el sistema decimal, las fracciones, el álgebra, la estadística. Si estas herramientas se vinculan con situaciones concretas, su sentido se vuelve más claro. Por ejemplo, entender porcentajes sirve para analizar descuentos en una tienda, calcular intereses o interpretar encuestas.
Uno de los usos más cotidianos de las matemáticas es el manejo del dinero. Saber sumar, restar, estimar precios, calcular el vuelto, comprender cómo funcionan las promociones o los impuestos es parte de la vida diaria. Una actividad simple en la escuela puede ser simular una compra en un supermercado. Los estudiantes pueden hacer listas, comparar precios, calcular totales con y sin IVA, y pensar cuánto se gasta en una semana. Esta tarea no solo mejora el cálculo mental, también estimula el pensamiento lógico y crítico.
La cocina también es un excelente espacio para aplicar matemáticas. Las recetas trabajan con unidades de medida, proporciones, fracciones, tiempos de cocción y conversiones. Por ejemplo, si una receta está pensada para cuatro personas y hay que adaptarla a seis, se puede trabajar la regla de tres. También se puede practicar el uso de gramos, mililitros y temperaturas, lo que refuerza la relación entre teoría y práctica. Cocinar en clase o en familia, con registro de pasos y mediciones, es una forma entretenida de fortalecer competencias matemáticas.
El tiempo y la planificación son otra oportunidad. Armar un horario, dividir las horas del día, estimar cuánto lleva hacer una tarea, medir el tiempo con cronómetro o reloj de arena, son ejemplos de cómo usamos las matemáticas sin darnos cuenta. En clase, una propuesta interesante es organizar un calendario de actividades o un cronograma de estudio para un examen, asignando tiempos estimados y reales a cada tema. Esto permite reflexionar sobre la gestión del tiempo y el valor de la estimación.
Los viajes, incluso los recorridos cotidianos, también tienen una fuerte relación con las matemáticas. Medir distancias, calcular velocidades, interpretar mapas, leer señales, usar aplicaciones de GPS o transporte público, implica trabajar escalas, sistemas de referencia, geometría y razonamiento espacial. Una actividad posible es armar un mapa del barrio o de la escuela, con referencias reales y escala ajustada, lo cual permite combinar dibujo, orientación y cálculo.
El deporte es otro campo donde las matemáticas están presentes. Desde contar puntos hasta calcular promedios, medir tiempos, estudiar trayectorias, analizar estadísticas de partidos o entrenamientos. Se pueden armar juegos de puntería, actividades con cronómetro o análisis de resultados deportivos, lo cual vincula el cálculo con algo que motiva a muchos estudiantes. Además, permite hablar de probabilidades y estrategias.
En el nivel secundario, aparecen temas como funciones, ecuaciones, trigonometría y análisis de datos. A veces, estos contenidos parecen alejados de la realidad, pero también pueden vincularse con contextos cercanos. Por ejemplo, una encuesta sobre hábitos escolares permite construir gráficos, calcular promedios, desviaciones o porcentajes. También se pueden usar funciones para analizar el crecimiento de una planta, la velocidad de un ciclista o el consumo de datos en el celular. El punto está en partir de una pregunta real y usar las herramientas matemáticas para responderla.
Las matemáticas también están en la tecnología. Las aplicaciones, los videojuegos, las redes sociales, los algoritmos de búsqueda, las recomendaciones de contenido, todo eso funciona con modelos matemáticos. Aunque no se vea a simple vista, aprender matemática permite comprender mejor el mundo digital, cuestionar la información, estimar consecuencias y tomar decisiones informadas.
Cuando se trabajan estos temas con actividades prácticas, cambia la actitud de los estudiantes. Dejan de preguntar “¿para qué sirve esto?” y empiezan a relacionar lo que aprenden con su propia vida. Esa es una de las claves para mejorar el vínculo con la materia: mostrar que no se trata solo de números en una hoja, sino de una forma de pensar, resolver, decidir y entender el mundo.
Las matemáticas no son una obligación escolar, son una herramienta de la vida. Usarlas en contextos reales no reemplaza los contenidos, los potencia. Las actividades propuestas no necesitan grandes recursos, solo un enfoque que busque conectar con lo cotidiano, abrir preguntas y animarse a probar.