Por: Maximiliano Catalisano
Las redes sociales forman parte del universo cotidiano de niños, niñas y adolescentes. Allí se informan, se expresan, juegan y se relacionan. Para muchas familias, en cambio, representan un espacio desconocido, lleno de peligros y con códigos que cuesta descifrar. En lugar de espiarlos o prohibirles el acceso, lo que necesitan los chicos es acompañamiento, escucha activa y una presencia que no invada, pero tampoco se ausente.
Conocer el funcionamiento de las plataformas más usadas (como TikTok, Instagram, YouTube, WhatsApp o Discord) es un primer paso importante. No se trata de convertirse en expertos, sino de entender cómo se comunican los jóvenes hoy. Cada red tiene sus propios riesgos y oportunidades, y es clave poder conversar sobre eso sin caer en el miedo o el control desmedido. Las conversaciones que más ayudan son aquellas que abren el diálogo sobre lo que miran, comparten o siguen, sin juzgar ni imponer.
Muchas veces, los chicos no cuentan lo que les pasa en las redes porque temen sanciones. Por eso es importante generar confianza. Frente a una situación de ciberacoso, exposición excesiva o contacto con desconocidos, lo que más necesitan es alguien que los escuche, que los oriente y que no reaccione de forma impulsiva. Saber que tienen adultos que están disponibles hace la diferencia.
Pero las redes también pueden ser aliadas del aprendizaje, la creatividad y el desarrollo de intereses genuinos. Hay canales educativos, espacios para compartir arte, escritura, música o ciencia. Hay jóvenes que aprenden idiomas, editan videos, desarrollan emprendimientos o participan de causas sociales. El desafío está en ayudarles a reconocer los riesgos, sin negar las posibilidades que pueden aprovechar.
Acompañar no significa controlar cada paso, sino estar cerca para que puedan construir hábitos sanos de consumo digital. Acuerdos claros sobre tiempos de uso, privacidad, respeto por los demás y cuidado de la propia imagen son una buena base para construir vínculos más sólidos, también en el mundo virtual.
Las redes no son solo pantallas: son un territorio de exploración donde las familias pueden estar presentes desde el diálogo y el afecto. Navegar juntos es más seguro y también más enriquecedor.