Por: Maximiliano Catalisano
Detrás de cada episodio de acoso escolar hay un silencio que duele y una oportunidad de actuar que no puede esperar. El bullying no se resuelve solo y no es un problema exclusivo del aula: requiere que escuela y familia trabajen juntas, con mirada atenta y compromiso real. La buena noticia es que existen herramientas concretas para prevenirlo, detectarlo a tiempo y acompañar de forma respetuosa y sostenida a quienes lo atraviesan.
El primer paso es hablar. Ponerle nombre a lo que ocurre, sin minimizar ni justificar. Docentes, preceptores y equipos de orientación pueden generar espacios de confianza en el aula donde los chicos sientan que pueden contar lo que viven o ven. También se pueden usar recursos como cuentos, películas o actividades que inviten a reflexionar sobre el respeto, el maltrato y las emociones que aparecen cuando alguien es excluido o agredido.
Desde casa, las familias tienen un rol muy valioso. Escuchar sin juzgar, preguntar cómo se sienten en la escuela, observar cambios de humor o de conducta. No se trata de invadir, sino de estar disponibles, de hacer sentir que hay adultos que acompañan y están atentos. Muchas veces, el acoso se sostiene en el tiempo porque quien lo sufre se siente solo o tiene miedo de hablar.
La escuela puede implementar protocolos de actuación claros y conocidos por toda la comunidad. Esto incluye cómo intervenir ante un caso de bullying, cómo contener a quienes están involucrados y cómo sostener un trabajo de prevención que no sea esporádico. La prevención se construye todos los días: con reglas claras de convivencia, con adultos que modelan respeto, con prácticas que promueven el diálogo y el cuidado mutuo.
También es fundamental prestar atención a los testigos. Muchos estudiantes no participan directamente, pero observan o saben lo que sucede. Si les damos herramientas, pueden ser aliados para frenar el acoso y construir una cultura donde el maltrato no sea parte del paisaje. Incluir estas temáticas en las horas de tutoría o en proyectos institucionales ayuda a que no queden relegadas solo a “días especiales”.
No existen recetas mágicas ni soluciones instantáneas. Pero sí hay estrategias que podemos aprender y poner en práctica. Lo importante es no mirar para otro lado. Porque cuando hay bullying, el tiempo cuenta. Y cuando hay una comunidad que acompaña, se vuelve posible reparar.