Por: Maximiliano Catalisano

En los países escandinavos, la educación temprana se ha convertido en un espacio donde el aprendizaje de idiomas se integra de manera natural en la vida diaria de los niños. Desde el preescolar, los pequeños participan en rutinas bilingües o multilingües que combinan juego, música, lectura y actividades creativas, generando un entorno donde el segundo idioma o incluso un tercer idioma no se percibe como una asignatura separada, sino como parte de su experiencia cotidiana. Este enfoque no solo fortalece las competencias lingüísticas, sino que también desarrolla habilidades cognitivas, sociales y culturales, preparando a los niños para interactuar en sociedades multiculturales y globalizadas.

El modelo escandinavo se basa en la exposición temprana y constante a varios idiomas. En Finlandia, Suecia, Noruega y Dinamarca, los programas preescolares incluyen actividades en la lengua materna y en idiomas adicionales, generalmente inglés y, en algunos casos, un segundo idioma regional o europeo. Estas actividades se integran en la rutina diaria: canciones, juegos de movimiento, cuentos interactivos y proyectos de arte permiten que los niños internalicen vocabulario y estructuras lingüísticas sin presiones académicas. La repetición y la interacción constante con el idioma facilitan la adquisición natural y favorecen la fluidez comunicativa a temprana edad.

Uno de los aspectos más innovadores de estas rutinas es la integración de contenidos culturales y sociales. Los niños aprenden no solo palabras y frases, sino también formas de expresión, hábitos culturales y valores propios de otros contextos. Por ejemplo, en Finlandia se utilizan cuentos tradicionales de otros países adaptados al nivel preescolar, mientras que en Noruega se implementan juegos que reflejan costumbres y celebraciones de distintas culturas. Esta práctica fomenta la curiosidad, la empatía y la apertura hacia la diversidad, fortaleciendo la comprensión de que el lenguaje es un vehículo para conocer y relacionarse con el mundo.

El papel del docente es fundamental en estos programas. Los educadores escandinavos reciben formación específica en enseñanza de idiomas temprana y metodologías de aprendizaje integrado. Su rol no se limita a enseñar vocabulario, sino a crear ambientes inmersivos donde el idioma se aprende de manera contextualizada y significativa. La interacción constante con los niños, el uso de estrategias lúdicas y la adaptación a los intereses de cada grupo permiten que la adquisición de competencias lingüísticas sea natural, dinámica y motivadora.

La tecnología también ha sido incorporada de manera cuidadosa y complementaria. Herramientas digitales, aplicaciones interactivas y recursos audiovisuales ofrecen oportunidades para reforzar el aprendizaje de idiomas a través de canciones, juegos y actividades narrativas. Esto permite que los niños practiquen y repitan estructuras lingüísticas de manera autónoma, manteniendo la motivación y la curiosidad. Además, la tecnología facilita la personalización del aprendizaje, atendiendo a distintos ritmos y estilos de adquisición del lenguaje.

Otro componente importante es la participación de las familias. Los programas bilingües y multilingües en Escandinavia buscan involucrar a los padres y cuidadores, brindándoles estrategias para apoyar el aprendizaje en casa. Esto incluye sugerencias de lectura, canciones y actividades lúdicas que refuerzan los contenidos vistos en el preescolar. La colaboración entre escuela y hogar genera coherencia y continuidad en la exposición al idioma, aumentando la confianza de los niños y su capacidad para comunicarse en diferentes contextos.

Los resultados de estas políticas y prácticas son notables. Los niños expuestos a rutinas bilingües o multilingües desde temprana edad desarrollan habilidades de comunicación más amplias, mayor capacidad de atención y flexibilidad cognitiva. La exposición a múltiples idiomas también favorece la conciencia fonológica y gramatical, lo que posteriormente facilita el aprendizaje de otras lenguas y el desarrollo de competencias académicas más avanzadas. Además, los niños desarrollan una mayor sensibilidad intercultural, aprendiendo a valorar la diversidad y a relacionarse con respeto y curiosidad hacia otros contextos culturales.

Implementar rutinas multilingües en el preescolar también contribuye al desarrollo socioemocional. Los niños aprenden a expresar emociones, necesidades y pensamientos en distintos idiomas, fortaleciendo la autoestima y la confianza en sí mismos. La cooperación en actividades grupales y la resolución de problemas en contextos multilingües refuerzan habilidades sociales y fomentan relaciones positivas con compañeros y docentes. Esto crea un ambiente escolar donde el aprendizaje de idiomas está vinculado al bienestar y al desarrollo integral del niño.

En definitiva, los países escandinavos muestran que integrar rutinas bilingües o multilingües desde el preescolar es una estrategia poderosa para formar niños competentes, creativos y culturalmente conscientes. La combinación de inmersión temprana, metodología lúdica, apoyo docente y participación familiar genera un aprendizaje natural y significativo. Estas prácticas no solo preparan a los niños para dominar múltiples idiomas, sino que también los equipan con herramientas cognitivas, sociales y emocionales que les servirán a lo largo de toda su vida, sentando las bases para una educación más abierta, inclusiva y global.